Un yanqui en la corte del rey Arturo by Mark Twain

Un yanqui en la corte del rey Arturo by Mark Twain

autor:Mark Twain [Twain, Mark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1888-12-31T16:00:00+00:00


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Un examen de aptitud

Cuando el rey emprendía un viaje para cambiar de aires, cumplía una gira de protocolo o visitaba a un noble de alguna comarca distante, a quien deseaba arruinar con el coste de su manutención, lo acompañaba parte de la administración. Era una costumbre de la época. La comisión encargada de examinar a los candidatos a puestos en el ejército venía con el rey, aunque perfectamente hubiese podido cumplir su misión quedándose en Camelot. Y el rey, aunque se encontraba en un viaje estrictamente de vacaciones, continuaba ejerciendo algunas de sus funciones habituales. Realizaba sesiones de Toque Real, como de costumbre; reunía la corte al amanecer en el patio y juzgaba algunos casos, pues también presidía el Tribunal Real de justicia.

En este cargo el rey brillaba mucho. Era un juez sabio y humanitario, e indudablemente trataba de actuar de la manera más honesta e imparcial…, a su entender. Una reserva considerable, obviamente, porque su entender, o sea, su educación, con frecuencia teñía sus decisiones. Cada vez que se presentaba un pleito entre un noble y una persona de condición inferior las simpatías y preferencias del rey se inclinaban por el primero, consciente o inconscientemente. Resultaría poco menos que imposible que fuese de otra manera. Los efectos de la esclavitud sobre las nociones morales del dueño de esclavos son bien conocidos en todo el mundo, y una clase privilegiada, una aristocracia, no es más que una banda de dueños de esclavos bajo otro nombre. Esto suena muy duro y, sin embargo, no debe ofender a nadie, ni siquiera al noble en cuestión, a no ser que el hecho en sí sea una ofensa, pues lo que acabo de decir simplemente expone un hecho. Lo que hay de abominable en la esclavitud es la esclavitud en sí, no su nombre. Basta con escuchar a un aristócrata hablando de las clases inferiores para reconocer con muy ligeras variaciones las ínfulas y el tono de un dueño de esclavos, y detrás de esta forma de hablar se esconden también el espíritu y los sentimientos embrutecidos de un dueño de esclavos. En ambos casos las actitudes provienen de la misma causa: la antigua y arraigada costumbre de considerarse a sí mismos seres superiores. Las sentencias del rey eran a menudo injustas, pero la culpa sólo se podía echar a su educación, a sus preferencias naturales e inalterables. Resultaba tan adecuado para ocupar la posición de juez como lo sería una madre común y corriente para la posición de encargada de distribuir leche a los niños en tiempos de hambruna… Posiblemente los suyos propios recibirían una pizca más que los otros.

Uno de los pleitos más curiosos que le presentaron al rey fue el siguiente: una joven huérfana, poseedora de una herencia considerable, había desposado a un joven bueno, pero que no tenía nada. Las propiedades de la joven se encontraban dentro de uno de los señoríos de la Iglesia. El obispo de la diócesis, un arrogante vástago de la gran nobleza, reclamó las propiedades,



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