Tres enanos y pico by Ángel Sanchidrián

Tres enanos y pico by Ángel Sanchidrián

autor:Ángel Sanchidrián [Sanchidrián, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2017-06-01T04:00:00+00:00


37

Venían muchos muchos más. Llegaban desde las montañas en hordas compactas que cubrían el horizonte. Trolls, orcos y trollcos hambrientos de asesinato, marchando juntos hacia Villa Trifulcas. Lo veía Arben a través del aire gris y húmedo, desde una almena de la muralla. No tendrían flechas para matarlos a todos ni aunque dispusieran de madera con la que fabricar más.

En realidad, el tropel de enemigos no le daba miedo sino asco. Le repugnaba la idea de que unos seres tan abyectos, pertenecientes a razas inferiores, fueran a acabar con ella y sus soldados, elfos y elfas de cabello rubio y ojos azules, cultos y educados, miembros respetables y respetados de una sociedad civilizada. Si de verdad existieran los dioses —cosa que ella dudaba—, no permitirían esa barbaridad.

—¡Arben! Baja a comer unas croquetas, mujer —voceó Ramona sacándola de sus cavilaciones.

Al principio la elfa se negó a aceptar las invitaciones reiteradas de la humana, hasta que esta anunció que subiría ella misma a la torre para llevárselas. Entonces bajó, aunque de mala gana.

Mordió una croqueta con razonable precaución, dispuesta a escupir esa asquerosidad en cuanto rozara sus papilas gustativas, pero al atravesar con los dientes la cobertura crujiente y acceder con la lengua a la bechamel, cremosa y condimentada con industria, se le escapó un gemido de deleite.

—Por mi línea de sangre, esto está buenísimo.

—Pues claro que está buenísimo —reafirmó la cocinera—. Toma, coge otra antes de que los enanos acaben con todas, que hay que tener energía para guerrear. Ese pan seco que coméis vosotros no es un desayuno en condiciones, por muy élfico que sea.

La Guardiana de los Fiordos se chupaba los dedos aceitosos después de comerse una y antes de coger otra.

—Buenísimas. En mi tierra no hay nada ni siquiera parecido.

—Te puedo pasar la receta si quieres —se ofreció Ramona, que no disimulaba su orgullo de guisandera.

—No, si yo no cocino. De las cosas de la casa se encarga mi marido. A mí me ocupa todo mi tiempo el trabajo.

—¿Estás casada?

—Desde hace doscientos treinta y ocho años —contestó la elfa después de un suspiro—. Y lo que me queda. Es lo que tiene la inmortalidad.

—Ya… Supongo que después de dos siglos y medio se pierde un poco la pasión del principio.

—Si ya de por sí somos poco apasionados, imagínate. Por fortuna nos encanta la rutina. Y tú, ¿estás casada?

—Viuda —puntualizó Ramona—. A mi marido lo decapitaron unos ogros mientras estudiaba su idioma. Era uno de esos lingüistas temerarios que recorren el mundo buscando un sitio donde no los llamen para meterse de cabeza. Me dejó sola con cinco hijos y una hipoteca, y todo por ir a mirar si los ogros aspiran o no la hache, que ya me dirás tú a quién le puede importar eso.

—A nadie —concedió Arben. Compartía con la señora Medroso el desinterés por los asuntos de otras razas inferiores.

—Al menos me dio cinco hijos maravillosos. Bueno, las niñas lo son porque han salido a mí; supongo que por eso soy más indulgente con ellas. Pero el chico no puede negar que es hijo de su padre.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.