Tirano Banderas by Ramón María del Valle-Inclán

Tirano Banderas by Ramón María del Valle-Inclán

autor:Ramón María del Valle-Inclán [Valle-Inclán, Ramón María del]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 1926-01-01T05:00:00+00:00


El ranchero

Libro Quinto

I

Filomeno Cuevas y Chino Viejo arriendan los caballos en la puerta de un jacal y se meten por el sombrizo. A poco, dispersos, van llegando otros jinetes rancheros, platas en arneses y jaranos: Eran dueños de fundos vecinos, y secretamente adictos a la causa revolucionaria: Habíales dado el santo para la reunión Filomeno Cuevas. Aquellos compadres ayudábanle en un alijo de armas para levantarse con las peonadas: Un alijo que llevaba algunos días sepultado en Potrero Negrete. Entendía Filomeno que apuraba sacarlo de aquel pago y aprovisionar de fusiles y cananas a las glebas de indios. Poco a poco, con meditados espacios, todavía fueron llegando capataces y mayorales, indios baqueanos y boleadores de aquellos fundos. Filomeno Cuevas, con recalmas y chanzas, escribía un listín de los reunidos y se proclamaba partidario de echarse al campo, sin demorarlo. Secretamente, ya tenía determinado para aquella noche armar a sus peones con los fusiles ocultos en el manigual, pero disimulaba el propósito con astuta cautela. Enzarzada polémica, alternativamente oponían sus alarmas los criollos rancheros. Vista la resolución del compadre, se avinieron en ayudarle con caballos, peones y plata, pero ello había de ser en el mayor sigilo, para no condenarse con Tirano Banderas. Dositeo Velasco, que, por más hacendado, había sido de primeras el menos propicio para aventurarse en aquellos azares, con el café y la chicha, acabó enardeciéndose y jurando bravatas contra el Tirano:

—¡Chingado Banderitas, hemos de poner tus tajadas por los caminos de la República!

El café, la chicha y el condumio de tamales, provocaba en el coro revolucionario un humor parejo, y todos respiraron con las mismas soflamas: Alegres y abullangados, jugaban del vocablo: Melosos y corteses, salvaban con disculpas las leperadas: Compadritos, se hacían mamolas de buenas amistades:

—¡Valedorcito!

—¡Mi viejo!

—¡Nos vemos!

—¡Nos vemos!

Se arengaban con el último saludo, puestos en las sillas, revolviendo los caballos, galopando dispersos por el vasto horizonte llanero.

II

El sol de la mañana inundaba las siembras nacidas y las rojas parcelas recién aradas, espesuras de chaparros y prodigiosos maniguales, con los toros tendidos en el carrero de sombra, despidiendo vaho. La Laguna de Ticomaipú era, en su cerco de tolderías, un espejo de en encendidos haces. El patrón galopa en su alegre tordillo, por el borde de una acequia, y arrea detrás su cuartago el mayoral ranchero. Repiques y cohetes alegran la cálida mañana. Una romería de canoa, engalanadas con flámulas, ramajes y reposteros de flores, sube por los canales, con fiesta de indios. Casi zozobraba la leve flotilla con tantos triunfos de músicas y bailes: Una tropa cimarrona —careta, de cartón, bandas, picas, rodelas— ejecuta la danza de los matachines, bajo los palios de la canoa capitana: Un tambor y un figle pautan los compases de piruetas y mudanzas. Aparece a los lejos la casona del fundo. Sobre el verde de los oscuros naranjales promueven resplandores de azulejos, terradillos y azoteas. Con la querencia del potrero, las monturas avivaban la galopada. El patrón, arrendado en el camino mientras el mayoral corre la talanquera, se levanta en



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