Tai-Pan by James Clavell

Tai-Pan by James Clavell

autor:James Clavell [Clavell, James]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1966-01-01T05:00:00+00:00


CAPITULO XVIII

Longstaff se hallaba de espaldas a la puerta, mirando por el gran ventanal de la cámara, en dirección al buque correo. Sobre su escritorio se veían numerosos despachos oficiales.

—Buenos días, Will —dijo Struan.

—¡Ah, hola, Dirk! —replicó Longstaff, volviéndose y tendiéndole la mano. Entonces, Struan pudo ver que tenía un aspecto más juvenil que en los últimos días—. Bueno, creo que es un asunto bastante curioso, ¿verdad?

—¿A qué se refiere? —inquirió Struan, aunque imaginaba que se trataba del ruso. Sin embargo, dejó a Longstaff el placer de aclarar el enigma. También tenía interés por conocer la opinión de Longstaff al respecto, ya que sus conocimientos sobre los asuntos diplomáticos en Europa, sin duda eran muy estimables.

Desde el primer momento, Struan mostróse intrigado por el motivo que llevaba allí al noble ruso. Se sintió ligeramente inquieto, aunque no pudo determinar la razón.

—Tal vez usted no se haya enterado, pero tenemos un huésped al que no hemos invitado.

—¿Ah, sí, quién es?

—Un gran duque ruso, nada menos. Alexei Sergeyev, que ha llegado en el buque correo.

Struan se mostró debidamente impresionado, y dijo a continuación:

—¿Cuál será el motivo de que nos horre con su presencia?

—No lo sé, pero comerá con nosotros —afirmó Longstaff, frotándose las manos, complacido—. Clive le acompaña.

Clive Monsey era el ayudante de Longstaff y, como éste, era funcionario de la Corona y miembro del Foreign Office. Normalmente, las ocupaciones de Monsey le retenían en Macao, donde Longstaff aún conservaba su cuartel general.

—También han llegado algunos despachos importantes —manifestó Longstaff, y el interés de Struan subió de punto. Sabía éste que ninguno de ellos podía contener la aprobación formal del Tratado de Chuenpi, ni el nombramiento de Longstaff como primer gobernador de la colonia de Hong-Kong, ya que la noticia de la satisfactoria conclusión de la guerra habría llegado a Inglaterra por aquellos días.

Struan aceptó el vaso que le tendía Longstaff, e inquirió:

—¿Se trata del Oriente Medio?

En efecto. La crisis ha pasado, afortunadamente. Francia aceptó el arreglo propuesto por el ministro de Asuntos Exteriores británico, y ya no existe peligro inmediato de guerra. El sultán turco está tan agradecido por nuestra intervención, que ha firmado un tratado comercial con nosotros, cancelando todos los convenios anteriores con otras potencias, y abriendo por completo el Imperio otomano al comercio británico.

Struan dejó escapar una exclamación de gozo.

—¡Esa es la mejor noticia que recibo en mucho tiempo! —manifestó.

—Sabía que eso le iba a alegrar, Dirk —dijo Longstaff.

La prolongada crisis estuvo motivada por los Dardanelos, el estrecho controlado por el Imperio otomano. Dicho paso era la clave del Oriente Medio, y constituía un perpetuo casus belli entre las grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, Rusia, el Imperio austro-húngaro y Prusia), debido a que facilitaba el acceso al Mediterráneo para los buques rusos, y al mar Negro para las demás potencias, que desde allí podían amenazar a Rusia. Ocho años antes, esta nación había obligado a Turquía a firmar un tratado según el cual Rusia y Turquía detentaban el dominio conjunto del Estrecho, y desde entonces la tensión internacional se había agudizado notablemente.



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