Refugio 39 by Anna Starobinets

Refugio 39 by Anna Starobinets

autor:Anna Starobinets [Starobinets, Anna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista, Fantástico
editor: 13insurgentes
publicado: 2015-05-01T00:00:00+00:00


En esa agua, como en una pantalla de cine, aparece una imagen…

… Asustada, la encargada del vagón toca con dedos temblorosos el hombro de Coudert. Un poli gordinflón de cara crispada la aparta de malas maneras. Sus labios se mueven. No oigo sonidos, pero su voz resuena en algún lugar dentro de mí. El madero vocifera:

—¡No se toca nada!

Se pone en cuclillas delante de Coudert y con atención, casi se diría que con respeto, examina su rostro lúgubre y petrificado.

—¿Y dices que es alemán?

—Eso creo… Era mudo.

—Un alemán mudo. Un alemán mudo muerto, joder. Un alemán mudo muerto en un tren. Perfecto. Mejor imposible. ¿Viajaba solo?

—Sí, solo.

—¿Llevaba algo?

La encargada señala la mochila naranja tirada en un rincón del compartimento.

Los dedos amarillos y gordos del poli tiran de la cremallera, hurgan entre los trastos, sacuden la ropa, se hacen con la cámara Nikon Coolpix 4500, la encienden, toquetean a lo loco los diferentes botones…

—¡Pero qué cojones…! ¡Li-o-o-ja! —grita tristón el madero y ante su grito en el compartimento se asoma perezosa la cabeza roja y calva de su compañero.

—Mira —el poli gira la cámara para que Lioja pueda ver la pantalla pequeña y, en la pantalla, a un hombrecillo pequeño en una taza de váter, inmóvil y en una posición extraña…

Siguiente cuadro.

El cuerpo de Coudert, desnudo e iluminado por fluorescentes de luz intensa, yace en una mesa blanca alargada. Un hombre alto y delgado con cara de haber estado bebiendo se acerca a la mesa. Lleva puesto una bata blanca, por encima de la bata un delantal plastificado, salpicado de manchas tirando a marrón. Al lado, en una mesilla pequeña, hay colocados varios utensilios.

El hombre se pone unos guantes de plástico.

—… por el borde… a mis caballos con el látigo fustigo, arreo —tararea muy, muy bajito, para el cuello de su camisa, mientras corta transversalmente a Coudert un poco por debajo del cuello, desde la clavícula izquierda a la derecha.

Y después a lo largo, desde el pecho hasta el pubis, rodeando con cuidado el ombligo.

—Más despacio, caballos… más despacio… —con un chapoteo sumerge sus manos tiritonas y enguantadas en el interior de Coudert—… el tenso zurriago no oís… parece que los caballos me salieron… Neumonía crónica, el lóbulo derecho del pulmón está afectada casi en su totalidad…

El hombre escarba tranquilamente, remueve algo ahí dentro. Saja, horada, coge unas pinzas. Extrae. Distribuye, vierte en diferentes vasijas transparentes.

—Abrevo los caballo-o-os —pum, pum—. Acabo mi tonada… Si pudiera quedarme un poco má-a-a-as en el bordeeee… Signos de hepatitis en el hígado… Bazo moderadamente aumentado… Úlcera duodenal… en fase de agravamiento… una pelusilla pam-param-pam-pam de la mano… y a galope tiran de mi trineo pam-param-pam-pam… Septicemia en forma sub aguda… Infección purulenta general en el contexto, presuntamente, de una extensa quemadura en la mano izquierda… Id a paso tranquilo, caballos míos… solo un poco, pero alargad el camino hasta mi último cobijoooo… El difunto ha muerto, sin duda, de muerte natural… Mmm, sí… Es incomprensible que se las haya ingeniado para vivir tanto… en… en



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