Q by Luther Blissett

Q by Luther Blissett

autor:Luther Blissett [Blissett, Luther]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1999-02-28T16:00:00+00:00


Capítulo 36

Münster, Pascua de 1534

Un sobresalto de sudor frío por un sueño agitado, empapado a pesar de la lluvia que golpea furiosa contra los batientes, latido de miedo ancestral, libre el pecho con una respiración fatigosa, sorda, ronca. Abro los ojos inerme.

Relámpagos amarillos desgarran la penumbra de las primeras horas de la mañana.

Día de Resurrección.

Primer escenario: a la caída del sol la plaza está llena, están todos, nos espera un discurso del Profeta. Matthys sube al tablado, le habla a la multitud, expone algunas razones para explicar el fallido Apocalipsis, presumiblemente echándoles la culpa de ello a los elegidos no puros aún. El tablado está adosado al lado sur de la catedral. Veinte hombres, conmigo, entran por la fachada de poniente y salen por la ventana del transepto que da justamente detrás del Profeta. Los otros diez están en las primeras filas. No damos tiempo a los soldados de la guardia a reaccionar. Gresbeck agarra a Matthys por los hombros y le pone la hoja en la garganta. El capitán Gert explica por qué debe morir Enoc.

Segundo escenario: Enoc guía al pueblo de los santos a la batalla final. Dejar que lo haga. El maltrecho ejército de Von Waldeck, una vez recuperado, puede ser arrollado. Veinte de los míos en los puestos clave de la batalla. El resto forma en cuadro en torno al Profeta y no pierde de vista a su guardia personal. En medio de la confusión de la lucha aprovechar el momento propicio. La pistola del capitán Gert deja a Enoc por tierra.

La catedral abre sus fauces de par en par.

Cuatro escalones anchos y delgados, de un palmo cada uno, realzan las dos pilastras que sostienen el arco que precede y domina el portal; apuntado en la clave, festoneado en su borde inferior por trece dentículos de piedra cual afilados colmillos. Dos pasos más allá y otros cuatro escalones, estos más estrechos y pronunciados, hasta las dos puertas. En medio, a modo de galillo, una estatua que descansa sobre una fina columna. Tres hornacinas a cada lado de la segunda escalinata estrechan gradualmente la abertura. Por el arco de los labios y de los dientes hasta la oscura garganta, un gran hacinamiento de estatuas, en especial en el paladar, como condenados tragados por el monstruo.

Dominan la entrada los enormes ojos de una vidriera de finos motivos, flanqueada por dos toscos ventanucos. Cierra el rostro el frontón triangular, sobre el que destacan tres pináculos: los cuernos.

La fachada está encerrada entre macizas torres cuadradas, perfiladas por dos filas de arcos colgantes, simples los primeros, dobles los segundos, y abiertos por dos filas de ajimeces de progresivo tamaño. Por una y otra parte, las dos alas del transepto son como patas pesadamente encogidas sobre el terreno.

Calado hasta los huesos, me dejo tragar.

Casi la mitad de la actual población de Münster está reunida desde vísperas del sábado entre estas tres imponentes naves. De rodillas, juntas las manos, aguardan cantando quedamente lo que el Profeta predijo para este día.

—Hoy haré desaparecer todo de la faz de la tierra, dice el Señor.



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