Piel de agua by Estrella Flores-Carretero

Piel de agua by Estrella Flores-Carretero

autor:Estrella Flores-Carretero
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Publishing Group
publicado: 2013-12-03T00:00:00+00:00


19

Al atardecer Lucía fue hasta una ribera cercana al campamento, encendió un cigarrillo, se llenó el cuerpo de aquel humo silencioso y asesino que amaba. Miró el sol y se acordó, como siempre, de Álvaro. ¿Dónde estaría en aquellos momentos? Tal vez, guardado en su corazón, tal vez, en algún lugar, esperándola. Se agitaba en su mente un séquito de palabras que lo llamaban, acarició su sonrisa, saboreó su pelo con un halago y reconoció en el silencio su silueta. «¿Por qué te has ido, Álvaro, mi gran amor, mi único compañero?»

A lo lejos se oían pasos que se acercaban a ella y Lucía interrumpió su viaje. Se dio vuelta para ver quién era:

—¿Puedo acompañarte? En los tiempos que corren, es un lujo un ratito de paz —y sin esperar respuesta, Javier se sentó.

—Claro —contestó por cortesía.

—Estás muy pensativa, es mejor dejar la cabeza en el más absoluto vacío, ¿qué te parece?

—Es difícil dejar ese ronroneo, aunque sería lo correcto, te lo aseguro. Además, si quieres que te diga la verdad, a veces fantaseo con mi pasado, me desconecto del presente, y eso me alivia.

—Es un buen sistema si logras ponerlo en práctica. Esta maldita situación nos está destrozando a todos.

—¿Crees que esta lucha sirve para algo? —dijo casi susurrando en el vacío.

—No, no sirve más que para hacernos más daño los unos a los otros. La clave está en el concepto del valor. Ese que se hace real por la propia libertad y a través de la paz. Yo creo en la justicia social y soy republicano por principios, pero no pienso que lo que se está haciendo con la gente tenga que ver con la libertad en la que creí. Aquí pocos eligen luchar o no por esos principios. Te agarran en tu casa: si caes en el bando nacional, eres fascista; si caes en el republicano, eres comunista. Me he encontrado con muchas personas que no saben nada de política, pero que están matando a otras porque les han dado un fusil y les han dicho que tienen que disparar en esa dirección. No, no creo en la violencia ni en estas luchas encarnizadas. Cada mañana tengo que hacer un gran esfuerzo para poder levantarme. Siento el peso del alma como una losa en las espaldas —se lió un cigarrillo y prosiguió—. No puedo más. Solo veo gente mutilada, agonizante, y todo ¿en nombre de qué? ¿Acaso puede justificarse la guerra, el asesinato? Estoy cansado, muy cansado.

—Todos estamos hartos; en los ratitos que tengo de tranquilidad, que son escasos, me acuerdo de mi familia. ¿Puedes creerlo, Javier? He llegado a ser insensible ante tanta crudeza. Ya nada me impresiona. Hago lo que me mandáis como quien prepara un guiso. Me sorprendo a mí misma ante esta actitud.

—Puedo entenderte. Es como todo, acabas creyendo que esto es lo normal. Mutilaciones, muertes, desesperación... te aseguro que intento desviar la atención a otras cosas, pero mi pasado no es para recrearme en él.

—¿Por qué dices eso? —dijo sin percatarse de que estaba metiendo el dedo en su daño.



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