Noches perversas by Gena Showalter

Noches perversas by Gena Showalter

autor:Gena Showalter
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, S.A.
publicado: 2013-12-17T00:00:00+00:00


Capítulo 16

Annabelle y Zacharel pasaron la noche uno en brazos del otro. Ella se acurrucó contra él, contra su calor y su fuerza, y él la abrazó con ternura y la acarició para que volviera a dormirse cada vez que los malos sueños aparecían.

Ella se despertó descansada y preparada para lo que pudiera suceder. Al menos, eso era lo que creía; cuando se duchó y se lavó los dientes, se dio cuenta de que tenía que enfrentarse a Zacharel, y eso le causó un gran nerviosismo.

Las cosas que él le había hecho... Le había dado más placer que nadie en toda su vida; había acabado con los terrores del pasado, y solo le había dejado recuerdos nuevos e increíbles, con los que iba a suspirar durante toda la vida. Quería disfrutar de eso nuevamente, pero ¿y él?

Seguramente, no, pensó, al salir del baño, vestida nuevamente con el uniforme del hotel, porque no tenía cara de estar muy contento de verla.

Y ella quería ver su sonrisa de nuevo.

Zacharel estaba junto a la cama, vestido con su túnica blanca y prístina, cruzado de brazos. Olía al cielo de la mañana, a sol, y tenía el pelo perfectamente peinado y brillante.

–¿Por qué estás de mal humor? –le preguntó ella, encontrando el valor necesario para superar su timidez y su inseguridad–. Anoche no nos atacó ningún demonio.

–No estoy de mal humor –dijo él–. Tal vez solo estoy un poco abrumado por mi primera experiencia sexual.

Ah... bien. Ella se ruborizó.

–Te aseguro que no parecías un principiante –admitió.

–Gracias. Aparte de eso –continuó Zacharel–, estoy contento. Yo tenía razón. A los demonios les cuesta más encontrarte cuando estás rodeada por otros humanos. Ahora sé cómo puedo protegerte mejor.

–Acepto el cambio de tema –murmuró ella.

–No era mi intención –respondió Zacharel, y frunció el ceño al mirarla bien–. Tu brillo es más intenso –dijo–, y no es por la iluminación. He dejado mi marca en tu piel. Mi esencia.

A ella se le aceleró el corazón. Estiró un brazo y lo giró hacia arriba y hacia abajo.

–Yo no noto nada.

–Has brillado desde el primer día que te conocí, pero el hecho de que ahora brilles más me da a entender que tu brillo no es algo natural.

–A mí no me ha tocado ningún otro ángel, si es eso lo que quieres decir.

–No. No hay dos esencias iguales, y tú, claramente, llevas la mía. Me pregunto sí... ¿Puede ser que tú nacieras con mi esencia, que estés destinada a ser mía y solo mía? Nunca había oído que pudiera suceder algo así, pero... Supongo que cualquier cosa es posible –dijo. Mientras hablaba, sacudió las alas–. Voy a comprobar...

Ella perdió el hilo de sus palabras, porque se quedó absorta contemplando la belleza de aquellas alas. Eran fuertes, majestuosas, y cada vez más doradas.

–Ya te he dado permiso para tocar mis alas, Annabelle.

Ahora sí que parecía que estaba irritado.

–Ya lo sé.

–Entonces, ¿por qué estás apretando los puños en vez de hacerlo?

–Porque parece que a ti te entusiasma demasiado la idea.

Él abrió la boca, pero volvió a cerrarla.



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