Monstruos ordinarios by J. M. Miro

Monstruos ordinarios by J. M. Miro

autor:J. M. Miro [Miro, J. M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-01T00:00:00+00:00


20

LOS DESAPARECIDOS

* * *

Charlie llevaba casi dos semanas en el instituto, durmiendo mal, cuando se encontró por primera vez con el carruaje oscuro.

Sería su primer vistazo del otro Cairndale, su gemelo invisible, idéntico en todo, hasta en las acuarelas enmarcadas en los pasillos y el polvo acumulado en las esquinas, pero, de alguna manera, siniestro, como si estuviera lleno de intención. Después de eso, comenzó a preguntarse qué estaba pasando exactamente y qué parte no le habían contado.

Alice había partido hacia Londres una semana atrás, en la penumbra de la mañana, bajo un arrecife de nubes rojas en el este. Abrazó a Marlowe y a Charlie, mientras la señora Harrogate observaba impaciente desde el escalón del carruaje, con el velo sobre la cara y los ojos duros como canicas. Después de eso, solo quedaron él y Marlowe, solo ellos dos. Las cosas entre ellos se volvieron más tiernas, tiernas como un moretón, tiernas como si hubiera un dolor profundo dentro de todo y tocarlo se los recordara. Komako y Ribs les mostraban el lugar, a veces también el muchacho polaco regordete, Oskar, con su cabello rubio casi blanco, su profunda timidez y su gigante de carne húmedo que copiaba cada uno de sus gestos, pero Marlowe se mantuvo cerca de Charlie todo el tiempo, más cerca de lo habitual; incluso, acercaba mucho su silla cuando comían en el comedor, se subía a la cama de Charlie después de que se apagaban las luces, ese tipo de cosas, exactamente como lo haría un hermano pequeño, y Charlie se sentía agradecido por ello. Por primera vez en su vida, no tenía que estar solo.

Pero una noche, después de que Alice partió, Charlie se despertó y vio la silueta de Marlowe en un asiento junto a la ventana, con las rodillas dobladas contra el pecho y el rostro vuelto hacia la penumbra.

—¿Qué pasa? —susurró Charlie—. ¿Tuviste una pesadilla?

El chico se volteó para verlo, con sus ojos oscuros y enternecedores.

—Escuché caballos.

A través de la ventana abierta, Charlie también lo oyó: el leve relincho de unos caballos. Se levantó de la cama. Su habitación daba al lago Fae, al muelle y a la isla oscura que había ahí, con la retorcida silueta del antiguo olmo escocés. Sin embargo, no había nada que ver, el patio de Cairndale estaba del otro lado del edificio, debajo de las habitaciones de las chicas. Charlie, en su camisa de dormir, se estremeció y se cruzó de brazos.

Marlowe se mordió el labio.

—¿Qué crees que esté haciendo Alice en este momento?

—En cama. Si es que es sensata.

—¿Charlie?

—¿Qué?

—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería todo si las cosas fueran distintas?

—Claro. —Se sentó a su lado y suspiró—, pero pensar esas cosas puede enloquecerte. No ayuda. ¿Quieres que te traiga un vaso de agua?

Pero, el niño dobló un pie sobre el otro, inquieto; no se distraería fácilmente.

—Digo, ¿y si Brynt no me hubiera acogido? ¿O si hubiera huido de Alice cuando estábamos con el señor Fox? ¿O si Alice no me hubiera sacado



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