Misterio del fugitivo by Enid Blyton

Misterio del fugitivo by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1955-12-31T16:00:00+00:00


—Probablemente pertenece a la feria —comentó Daisy haciendo reír a Fatty.

Entonces se oyó llegar el autobús por la curva y al fin se detuvo. Los otros miraron desesperados hacia la carretera.

—Fatty ha perdido el autobús —dijo Bets contrariada—. ¿Qué hacemos? ¿Esperamos el próximo para ver si aparece?

—No es necesario —intervino Fatty con su tono de voz habitual—. Cogeremos éste. ¡Vamos!

Se rio de veras al ver sus rostros asombrados. Tanta fue su sorpresa que casi pierden el autobús, pues quedaron como petrificados, y Fatty tuvo que meterles prisa.

—No digáis nada —les siseó—. No me habléis en el autobús. Ya encontraré algún medio de hablaros en la feria.

Los otros cuatro se sentaron en silencio sobrecogidos por el sorprendente aspecto de Fatty. Bets le dirigía frecuentes miradas de soslayo. Nunca, nunca hubiera imaginado que era Fatty quien estaba sentado a su lado. ¿«Lo era»? Bueno, debía serlo a juzgar por su voz. ¡Qué inteligente era!

Llegaron a la feria y una vez dentro Fatty les dijo:

—Podéis seguirme. Tened los ojos y los oídos bien abiertos. Primero voy a buscar al payaso.

Fatty iba delante seguido de los otros, y al llegar a la pequeña tienda de boxeo buscó al payaso, pero no se le veía por allí. La tienda estaba vacía, si se exceptúa el pequeño «ring».

—¿A quién buscas, camarada? —le dijo un muchacho que pasaba llevando un cubo de agua.

—A Bert —dijo Fatty recordando el nombre del payaso—. Ya sabes, el payaso.

—Ha ido a sacarse un diente —replicó el muchacho—. Volverá dentro de pocos minutos. Esta tarde estaba medio loco de tanto que le dolía.

—Bien. Esperaré —dijo Fatty sentándose en la hierba.

Los otros al oír esto, se alejaron sin perderle de vista por si Bert regresaba.

Nadie reconoció a Bert cuando volvió porque no iba vestido de payaso. Tenía los cabellos negros y espesos, y todo su rostro, excepto sus ojos penetrantes, estaba cubierto por una sucia bufanda. Iba a entrar en la tienda cuando Fatty le habló.

—¡Eh! ¿Es usted Bert el payaso?

—Sí —respondió Bert desde detrás de la bufanda—. ¿Qué mosca te ha picado, chico? ¿Me esperabas?

—Sí —respondió Fatty—. Yo…

—Oh, entonces eres el chico que Dicky me dijo que me enviaría para ayudarme —dijo Bert.

—Sí —repuso Fatty agradecido. ¡Esto sí que era suerte!—. ¿Qué tengo que hacer?

—¿Sabes algo de cuentas? —le preguntó Bert con el rostro todavía oculto por la bufanda—. Pues… yo te enseñaré la clase de cuentas que tienes que hacer. Yo no sirvo para el trabajo de cabeza.

Desapareció dentro de la tienda volviendo a salir con un pequeño libro de caja, donde al parecer se anotaban los ingresos de cada día. Fatty contempló la mano que lo sostenía. ¡Qué mano más encallecida! Toda huesos. Un estremecimiento de emoción recorrió su espina dorsal.

—Si pudiera verle la cara ahora que no lleva pintura, comprobaría lo de la cicatriz —pensó Fatty simulando repasar el libro de cuentas. Sus cabellos son negros y espesos… y sus ojos y cejas corresponden a la descripción del fugitivo… lo mismo que su estatura. ¿Cómo podría hacer para que se quitara la bufanda?

Le devolvió el libro.



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