El Jardín Secreto by Frances Burnett

El Jardín Secreto by Frances Burnett

autor:Frances Burnett
La lengua: es
Format: mobi
Tags: sf
publicado: 2010-02-24T23:00:00+00:00


—En caso de que podamos entrar, te diré como creo que puede ser-dijo ella.

El se mantuvo muy quieto, escuchándola explicarle cómo quizás las rosas habrían crecido o de los posibles nidos de pájaros.

Le habló largamente del petirrojo y de Ben Como el niño sonreía al escuchar las historias del pajarito ella se sintió menos asustada. "La sonrisa lo hace verse casi buen mozo", pensó Mary. Al principio lo había encontrado incluso menos agraciado que ella misma.

—Como he vivido encerrado, no sabía que los pájaros actuaban así. Tú sabes muchas cosas. Estoy pensando que quizás tú has estado dentro del jardín.

Ella no supo qué contestar, pero calló al ver que él no esperaba una respuesta. Poco después, el niño le dio una sorpresa.

—Te voy a mostrar algo —le dijo—. ¿Ves aquella cortina de seda color rosa que cuelga sobre la repisa de la chimenea?

Mary no la había visto y pensó que sería un cuadro.

—Hay un cordón que cuelga de él, por favor, tíralo.

Muy perpleja, Mary tiró del cordón. La cortina corrió descubriendo un retrato de una niña riendo. Tenía el pelo brillante y amarrado con una cinta azul. Sus alegres ojos eran iguales a los tristes ojos de Colin.

—Ella es mi mamá —dijo Colin quejándose—. No sé por qué murió. A veces la odio por haberlo hecho. Si ella no hubiera muerto, yo no estaría siempre enfermo. Incluso, puede que a mi padre no le importara mirarme o, quizás, mi espalda fuera más fuerte. Mejor corre la cortina nuevamente.

Mary hizo lo que le pedía y volvió a su asiento.

—Aunque ella es más linda que tú, tiene tu misma forma y color de ojos. ¿Por qué la cubre la cortina?

El se movió inconfortable.

—Yo la hice poner —dijo—. Cuando estoy enfermo y me siento mal, me molesta que sonría todo el tiempo. Además, ella es mía y no quiero que cualquier persona la vea.

Por unos minutos guardaron silencio; luego Mary preguntó:

—¿Qué hará la señora Medlock si sabe que he estado aquí?

—Ella hará lo que yo diga —contestó él—. Además, le diré que quiero que vengas todos los días a conversar conmigo. Estoy muy contento de que hayas venido.

—Yo también lo estoy —dijo Mary—. Vendré lo más seguido que pueda, pero... —vaciló— tendré que buscar la puerta del jardín.

—¡Sí, por supuesto! —dijo Colin—, y después me cuentas.

Guardó silencio durante un momento y, luego, agregó:

—Creo que tú también serás un secreto. No lo diré mientras no lo descubran. Puedo enviar fuera a la enfermera, diciendo que quiero estar solo. ¿Conoces a Martha?

—La conozco muy bien —dijo Mary—; ella me ayuda.

Él indicó con la cabeza la habitación vecina.

—Ella está durmiendo allí porque la enfermera tenía que salir. Martha te indicará cuándo puedes venir.

En ese momento Mary entendió la preocupación de Martha cuando ella le preguntó quién lloraba.

—He estado mucho tiempo aquí —dijo Mary—. ¿Me voy ahora? Parece que tienes sueño.

—Antes de que te vayas, me gustaría quedarme dormido —dijo con vergüenza.

—Cierra los ojos —replicó Mary acercándose—. Haré lo que hacía mi aya en la India. Te acariciaré la mano y te cantaré algo suave.



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