Los cinco 03 - Los cinco se escapan by Blyton Enid

Los cinco 03 - Los cinco se escapan by Blyton Enid

autor:Blyton, Enid [Blyton, Enid]
Format: epub
Tags: Desconocido
editor: Desconocido
publicado: 2009-12-28T09:11:18+00:00


-Creo que la marea habrá bajado ya -dijo Julián-. Vamos a ir a comprobarlo. Si es así, podemos ir por esas rocas hasta llegar al barco. Es mejor que Ana no venga. Podría resbalar y caer sobre las rocas.-¡Desde luego que iré! -gritó Ana, indignada-. Vosotros también podéis caeros lo mismo que yo.

-Bueno, ya veremos si la cosa ofrece mucho peligro -dijo Julián.

Emprendieron el camino hacia lo alto de la muralla. Observaron el barco y las rocas y pudieron ver que éstas eran azotadas por las olas muy pocas veces, por lo que podían dirigirse al barco con relativo poco peligro.

-Si te pones entre Dick y yo, puedes venir con nosotros -dijo Julián-. Pero dejarás que te ayudemos a pasar por los sitios más difíciles y no armarás jaleo. No queremos que caigas y que te lleven las olas.Bajaron de la muralla y se dirigieron a las resbaladizas rocas que conducían al barco. La marea había bajado bastante y ahora era posible llegar hasta el barco andando por las rocas, cosa que les fue imposible a los chicos el verano anterior.

-¡Ya hemos llegado! -exclamó Julián tocando el casco del barco con la mano. Resultaba un barco muy grande, ahora que estaban junto a él. Se alzaba majestuoso ante ellos, cubierto de algas marinas y oliendo a cosa húmeda y vieja. El agua casi le cubría la popa, pero no la proa, que estaba a cubierto del mar incluso cuando la marea era alta.

-Ha sido zarandeado por las olas este invierno -dijo Jorge contemplando el viejo navio-. Tiene una porción de agujeros más en el casco, ¿verdad? Y ha desaparecido parte del mástil y del puente. No sé cómo nos las arreglaremos para entrar en él.

-He traído una cuerda -dijo Julián desliándose de la cintura, donde la tenía arrollada, una gruesa maroma-. Sólo medio minuto para hacer un lazo. Luego intentaré sujetarlo en aquel trozo de palo que sobresale de la cubierta.

Lanzó la cuerda dos o tres veces, pero no pudo enganchar el palo. Jorge se la arrebató con impaciencia y al primer intento lo enganchó. Ella tenía mucha experiencia en hacer cosas por ese estilo y lo hacía muchas veces mejor que un chico. Ana la miró con admiración.

Jorge trepó por la cuerda como un mono y pronto estuvo en la inclinada y húmeda cubierta. Por poco resbala y cae, pero se agarró a tiempo a un saliente. Julián ayudó a Ana a subir y luego los dos chicos la siguieron.

-Huele horriblemente, ¿verdad? -dijo Ana tapándose la nariz-. ¿Todos los barcos naufragados huelen de esta manera? Yo no pienso ir a explorar los camarotes como hicimos el verano pasado. Allí debe de oler peor todavía.

Por tanto, los otros dejaron a Ana sobre la medio podrida cubierta mientras ellos iban a explorar el interior del buque. Llegaron a los camarotes, que olían muy mal y estaban llenos de algas. También exploraron el camarote del capitán, que era el mayor de todos. Pero estaba enteramente claro que allí no podrían dormir, ni siquiera dejar las cosas, de tan húmedo y podrido que estaba todo.



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