Los diarios del opio by David Jiménez García

Los diarios del opio by David Jiménez García

autor:David Jiménez García [Jiménez García, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-01T00:00:00+00:00


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El verdadero viaje al infierno de Martha Gellhorn y Hemingway empieza cuando dan juntos el salto a la China continental, aún menos desarrollada que Hong Kong. China no solo es un país en guerra, sino que vive con un nivel de desarrollo similar al de los lugares más pobres de África. Carece de infraestructuras y cada desplazamiento es una odisea. El país está hoy lleno de autopistas, construye deslumbrantes aeropuertos incluso en lugares remotos y tiene trenes que levitan entre el aeropuerto de Shanghái y la ciudad a más de cuatrocientos kilómetros por hora, en un trayecto de siete minutos. En los años cuarenta se tardaba seis horas en recorrer cincuenta kilómetros por ríos de lodo marcados como carreteras en los mapas y que, al secarse, mostraban baches que hacían «explotar los neumáticos como petardos». La higiene escasea: incluso los hoteles de lujo estaban llenos de insectos. La primera habitación que ocupa la pareja de escritores vive una guerra abierta entre los mosquitos y las moscas para ver quién devora a los huéspedes. Ganan las moscas, apunta Gellhorn. Luego están las chinches, que emergen del suelo de madera y trepan hasta la cama, y que son difíciles de aplastar. Lo peor para la reportera es que encima no puede quejarse porque la idea de viajar a China ha sido suya. El «otro», el acompañante grandullón, es un cascarrabias crónico que en vez de protestar se divierte al ver desesperar a su mujer. Cada vez que se produce un nuevo desastre, se limita a repetir: «¿Quién quiso venir a China?».

El Compañero Reticente disfruta de que las condiciones le den la razón. En Wong Shek se da un festín memorable con las tropas del generalísimo y comete el mismo error en el que caemos todos los principiantes en sinología culinaria. Tu educación te lleva a comerte todo lo que te sirven, para mostrar a tus anfitriones lo mucho que te ha gustado. Para los chinos un plato vacío es señal de que no te has quedado satisfecho y la comida sigue llegando sin parar, mientras tus compañeros alrededor de la mesa redonda esperan que dejes algo, es decir, una prueba de que has quedado satisfecho. En la sobremesa, Hemingway libra una batalla de alcohol con catorce oficiales chinos y los tumba a todos —«La mitad de la compañía estaba debajo de la mesa», cuenta Gellhorn—, a pesar de que jugaban en casa y la bebida era un vino de arroz amarillo. Hemingway se lo bebe todo, incluido un licor de primavera cuya botella contiene una serpiente. Mientras haya bebida, «el otro» soporta el viaje. Y, además: «¿Quién quiso venir a China?».

Su mujer, entretanto, no puede ni orinar con decoro. Todos los lugares que le ofrecen están sucios, malolientes y llenos de estiércol humano. Su marido recomienda un estanque de patos. Opta por subir a la letrina del pueblo, ascendiendo por una escalera de bambú, y cuando está en sus menesteres aparece un escuadrón de aviones japoneses y suena la alarma de un inminente ataque.



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