Los cristales de Yzaira by Lucía González Lavado

Los cristales de Yzaira by Lucía González Lavado

autor:Lucía González Lavado [González Lavado, Lucía]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-04-30T16:00:00+00:00


* * *

Marcus contemplaba en silencio las ilustraciones de Lexie. Esta no dejaba de hablar en ningún momento, aunque él no pronunciaba palabra. No tenía manera de explicar porque Lexie plasmaba en el ordenador parajes propios de Eilidh: plantas gigantes, piedras volando, mundos helados…

Es cierto que eran paisajes propios de libros de fantasía y que era posible que en la red abundasen cientos de imágenes iguales, pero había lugares que hasta el más mínimo detalle era idéntico a Eilidh. Y en ese momento le mostró una ilustración que le dejó de piedra. Había dibujado a un chico con el uniforme escolar; tenía la mano posada sobre un árbol y la izquierda cerrada sobre un colgante en forma de media luna. La parte superior del cuerpo se mostraba borrosa, señal de que el muchacho estaba siendo transportado a otro lugar.

—Este lo he realizado de madrugada. Ayer, cuando llegué a casa, me acosté y soñé con esto. Un chico que desaparecía —susurró. En su voz había pena, nostalgia y su mirada estaba fija en el pecho de Marcus. Era evidente que buscaba algo, quizás el mismo colgante que había dibujado—. ¿Nunca has pensado en la idea de que no estamos solos?

—Tú siempre tan soñadora —le interrumpió Roland.

—Basta —le replicó su hermana—. No estás invitado a esta conversación. ¡Lárgate! —refunfuñó y su hermano obedeció, aunque antes se detuvo junto a Marcus.

—Algo que debes saber de mi hermana, es que es muy soñadora. Quizás por eso le guste tanto escalar y llegar lo más alto posible. Porque es incapaz de mantener los pies en el suelo.

Lex hizo un amago por golpearlo, pero Roland lo evitó a tiempo y los dejó a solas.

—Soñé con algo más… con esto.

Marcus se quedó atónito. Lo había dibujado a él junto a Tiger.

—Es impresionante. Sin duda eres una gran artista.

—No quiero oír lo buena que soy dibujando, lo que quiero son respuestas a lo que vi ayer. Y no digas que son imaginaciones mías. Llevo soñando con la joya que se convierte en espada desde hace años —expresó enfadada a la vez que le mostraba otros dibujos más antiguos—. Y ayer lo vi. No estoy loca, Marcus, no lo estoy a pesar de lo que digan mis padres. Y sé que mis sueños no son normales. He buscado en Internet… hay gente que sueña con cosas que han pasado o van a ocurrir.

—Ya…, si yo también he leído sobre eso, pero no creo que sea verdad.

Lexie cerró el ordenador y se puso en pie de un salto. Después se giró hacia Marcus.

—Pensé que en ti iba a encontrar las respuestas, que por una vez en mi vida había encontrado a alguien que me entendiese, que me daría las respuestas, pero en realidad eres un mentiroso.

Sus palabras estaban llenas de rabia y el muchacho contempló como pequeñas rocas flotaban tras la chica, las cuales, tras quedarse suspendidas unos segundos, explotaron sin dejar ni rastro.

Marcus no hizo ni dijo nada. La vio marchar. Ya no tenía dudas de que Lexie pertenecía



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