Lennox by Craig Russell

Lennox by Craig Russell

autor:Craig Russell [Russell, Craig]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Policíaco
publicado: 2010-03-31T22:00:00+00:00


Capítulo veinte

Sneddon cumplió con su palabra. Esa noche me acosté temprano y cuando abrí las cortinas de mi apartamento a la mañana siguiente vi un Austin 16/6 oscuro, un modelo de unos siete u ocho años, aparcado en la calle, a unos treinta metros más arriba y al otro lado de Great Western Road. Un tipo al volante.

Por supuesto que era posible que no se tratara de los hombres de Sneddon, pero la vaga sensación que había tenido durante los últimos días me había hecho pensar que si alguien me seguía, esa persona o personas eran demasiado hábiles como para que yo las descubriera.

Después de desayunar conduje hacia el oeste por Dumbarton Road y salí de la ciudad. El Austin 16/6 me siguió obedientemente. Tardé apenas quince minutos en llegar a la residencia Levendale House, un lugar amplio que había sido diseñado y construido como expresión de una gran riqueza y superioridad. Había nacido como una casa señorial, esa clase de lugares que uno ve por lo general en medio de una majestuosa y hermosa propiedad de las Highlands. Pero no estaba allí, sino en las afueras de Bishopbriggs.

La guerra lo jode todo. Más aún, jode a la gente. Y eso era justamente lo que había sido de Levendale House: se había convertido en un refugio para gente realmente jodida.

Lo raro sobre la guerra es que cuando terminó todos querían hablar de ella. Glorificarla. Y cuando no hablaban sobre ella veían películas sobre ella, las cuales parecían todas protagonizadas por John Mills. Era como si se hubiera generado un deseo colectivo de convencerse mutuamente de que en realidad se había tratado de una gran aventura que había unido a iodos y que había sacado lo mejor incluso de los peores. Esto era, desde luego, una auténtica gilipollez.

Lo que la gente no quería ver era la sombra de miseria que la guerra había proyectado; la maraña de seres humanos arruinados que había dejado en su estela. Pero había personas dispuestas a mirar la verdad de frente y lidiar con ella cada día. Los que trabajaban en Levendale House cuidaban los cuerpos rotos y las mentes rotas de unos muchachos que habían sido arrojados a la picadora de carne y habían regresado convertidos en ancianos. Ciegos, lisiados, locos.

La hermana de turno en Levendale, una mujer de aspecto cansado de unos cincuenta años, me hizo pasar a una luminosa habitación que se usaba como sala de día y que tenía una buena vista de los vastos jardines de la residencia. Supuse que sería la misma monja con la que había hablado por teléfono. Me había preguntado cuál era mi relación con el paciente y yo le expliqué que teníamos un amigo, un viejo camarada, en común.

—¿Usted conoció a Billy antes de… bueno, antes de que lo hirieran? —me preguntó con una mirada de preocupación. Me dio la impresión de que ésta era tanto por mí como por su paciente.

—No, a decir verdad, no. Como le he dicho, tenemos un amigo común a quien estoy tratando de ubicar.



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