La novia de McKenzie by Tanya Anne Crosby

La novia de McKenzie by Tanya Anne Crosby

autor:Tanya Anne Crosby
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2018-04-07T22:00:00+00:00


Capítulo Dieciséis

La besó profundamente, febrilmente, como si se estuviera perdiendo con cada segundo que pasaba, y Elizabeth se encontró aferrándose, arqueándose hacia él desesperadamente, su cuerpo buscándolo instintivamente.

Era tan agradable. Tanto ... el anhelo era tan profundo. El calor comenzó una espiral lenta en lo más profundo de ella, trepando por sus miembros, haciéndolos lánguidos por el deseo. Más que nada, ella quería entregarse a Cutter. Realmente no importaba lo que pudiera ocurrir más tarde. Nada importaba. Solo esto, el momento. Y ella tenía la intención de aprovecharlo. Había tenido tan pocos en su vida ... muy pocos ... esto era algo que no podía negarse a sí misma. Quería, pero no podía.

Tan concentrada estaba en la interacción de sus bocas que ni siquiera notó que Cutter le deshacía la trenza. Pero, de repente, se dio cuenta de que él pasaba la mano por su pelo, separando los largos hilos engrosados por la lluvia con gran cuidado, como si fuera seda valiosa, recién lavada, y no un pelo húmedo y descuidado. Entregándose, Cutter absorbió, y su nariz llameó con el aroma de Elizabeth. La mirada de intenso placer en el rostro de Cutter provocó una cálida aceleración en Elizabeth.

Los labios de Cutter le quemaban la oreja:

–Mucho tiempo –siseó–. Hace tanto tiempo que quería hacer esto.

Cutter le besó el lóbulo de la oreja, mordisqueándolo suavemente, mientras le pasaba los dedos por el pelo. Ladeando la cabeza de Elizabeth, le rozó un lado de la cara, suspirando en su cabello. La ternura de su toque casi era insoportable.

–Lizbeth –susurró–. ¿Por qué no te dejas el pelo suelto?… Déjalo libre.

Ella se soltó el pelo. Aquella sensación casi la sobrepasaba. A veces... A veces lo único que deseaba era despedirse de una patada de los pesados zapatos que usaba y correr descalza por el campo... reír... ¿Cuánto tiempo hacía que no reía? ¿Desde cuándo no había reído de verdad? Sin darse cuenta, Elizabeth asintió. Su cuerpo se entregó a los brazos de Cutter. Deseaba darle a Cutter lo que él deseara en ese momento.

Cualquier cosa.

Cutter le extendió el pelo por los hombros con reverencia. Sin voluntad propia, Elizabeth se aferró a él con despreocupación, su cabeza inclinada de forma seductora, sus ojos cerrados con deleite.

–Si me dejas –comenzó Cutter con voz ronca, susurrando promesas, sus labios adornándole el rostro–, puedo mostrarte lo fácil que es liberar a tu lobo... lo maravilloso que puede ser todo entre nosotros.

Los nudillos de Cutter se deslizaron sobre los pezones de Elizabeth, que brotaron instantáneamente mientras ante las caricias.

–¿Lo notas? –susurró él mientras Elizabeth gemía.

Le acarició la punta del pecho con el dorso de la mano. Deteniéndose de repente, pellizcó suavemente el pezón, haciéndolo girar entre sus ásperos dedos.

El más dulce de los dolores se dibujó en el corazón de Elizabeth. Perdida en la dicha sensual, asintió, su voz había huido por completo. Aunque tenía los ojos abiertos, no podía ver nada a través de la dulce bruma del placer.

–Tan solo dilo –susurró Cutter, con un despiadado brillo en los ojos.



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