Cómo cazar a un marido by Barbara McMahon

Cómo cazar a un marido by Barbara McMahon

autor:Barbara McMahon
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 1996-12-31T23:00:00+00:00


Capítulo Seis

Cuando Kalli despertó, estaba oscuro. Se quedó quieta en la noche silenciosa, reacia a moverse. Le dolía todo de pies a cabeza. El tobillo escocía ligeramente, lo suficiente para recordarle que estaba allí pero no para despertarla. Su hombro estaba tenso. Se echó sobre un lado, reprimiendo un gemido. Se sentó en el borde de la cama. Lentamente se levantó y fue saltando sobre una pierna hasta el baño, cada paso traspasando su cuerpo ya dolorido.

Cuando volvía, la luz de la entrada se encendió, luego la puerta de su cuarto, que había quedado entornada, se abrió de golpe. La silueta de Trace se recortó en el umbral.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, percatándose de su aspecto desaliñado, su pelo despeinado, la camiseta que le llegaba a los muslos, la pierna doblada que estaba intentando evitar poner en el suelo.

—Tenía que ir al baño. ¿Qué haces tú aquí? —preguntó ella beligerante, agarrándose a la jamba de la puerta del baño. «Esto será el mejor ataque», se dijo a sí misma mientras sentía que una ola de puro placer se rompía sobre ella meramente ante la vista de él.

—Cuidarte.

Trace cruzó la habitación y la levantó en los brazos. Volviéndose, empezó a caminar hacia la cama.

—No quiero volver a la cama. He estado durmiendo durante horas y tengo hambre —dijo ella, rodeando su cuello con un brazo, intentando mantener algo de prudente distancia entre ellos.

Lo que era tan fácil como mantenerse sobre un caballo encabritado. Por fuerza estaba apretada contra su pecho. Los fuertes brazos que la mantenían aprisionada eran cálidos bajo sus piernas desnudas, a través del fino algodón de su camiseta. La cara de Trace sólo estaba a unos centímetros de la suya. Podía ver las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos negros y sentir su olor penetrante. Él dudó, después se volvió hacia la puerta abierta.

—Te haré algo de comer.

—Pensé que te había dicho que se lo dijeras a Charlie o a Josh. Charlie me podría haber traído algo de cenar.

—No tengo la intención de dejar que una panda de vaqueros asalten tu cuarto contigo vestida así —murmuró él cuando llegaron a la cocina.

—Yo soy la dueña aquí —dijo ella, impotente.

—Tú eres la dueña, pero las órdenes las doy yo —replicó Trace, dejándola suavemente en una silla—. ¿Qué quieres comer?

—¿Qué más da? Tu decidirás y me darás lo que quieras.

—No te enfurruñes, es impropio —le reprendió él con delicadeza. Después de tan sólo unos minutos estaba cortando verduras y queso para una tortilla.

—No estoy enfurruñada. Me frustras un montón, Trace —rezongó ella, observándolo trabajar. Era extraño tener a un hombre tan ostentosamente masculino en la cocina cocinando para ella. A pesar de su desenvoltura en la tarea, parecía fuera de lugar.

—Frustrada ¿eh? —repitió él, esbozando una sonrisa—. Puedo ocuparme de eso cuando hayas comido, nena.

—¡Maldita sea! Eso no es lo que quiero decir y tú lo sabes. No me escuchas nunca. Te digo todo el tiempo que estoy aquí para quedarme y tú actúas como si estuviera de visita y me fuera a marchar antes o después.



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