La locura de Lord Ian Mackenzie by Jennifer Ashley

La locura de Lord Ian Mackenzie by Jennifer Ashley

autor:Jennifer Ashley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2011-08-09T22:00:00+00:00


Partieron de inmediato hacia Escocia. Beth sólo dispuso de unas horas para hacer el equipaje y despedirse de Isabella, porque Ian mostró de repente una prisa vertiginosa.

— Oh, querida, soy tan feliz. — Las lágrimas mojaban las pestañas de Isabella cuando envolvió a Beth en un abrazo— . Siempre te he querido como a una hermana y ahora ya lo eres. — Sostuvo a su amiga a una prudente distancia— . Hazle feliz. Ian se merece ser feliz más que cualquiera de ellos.

— Lo intentaré — prometió Beth.

Isabella sonrió mostrando sus hoyuelos.

— Cuando regrese a Londres, tienes que venir desde Escocia, nos lo pasaremos muy bien.

Beth agarró las manos de la otra joven.

— ¿De verdad no quieres venir con nosotros? Te voy a echar de menos.

— Yo también te echaré de menos, querida, pero no. Ian y tú necesitáis estar solos y Kilmorgan… — se interrumpió con una mirada de dolor— . Me traería demasiados recuerdos. Todavía no puedo ir allí.

Se abrazaron una vez más. Beth no se había dado cuenta del gran cariño que había llegado a sentir por Isabella, la generosa joven que la tomó bajo su ala para mostrarle un nuevo y asombroso mundo.

Isabella abrazó también a Ian, repitiéndole lo feliz que estaba por ellos. Por fin, Beth e Ian llegaron a la estación de tren acompañados de Curry, Katie y otro carruaje lleno de cajas y bolsas. Beth aprendió con rapidez lo fácil que resultaba todo para los aristócratas cuando Ian la guio al compartimiento de primera clase, dejando a Curry a cargo del equipaje, los billetes y Katie.

A pesar de todas las afirmaciones de Ian de que él estaba cómodo en cualquier lugar, seguía siendo un lord, hermano de un duque; un aristócrata lo suficientemente rico como para ignorar los pequeños detalles de la vida. Pagaba a gente para que se ocupara de todas esas nimiedades.

La voz de la señora Barrington se había debilitado en la cabeza de Beth durante los últimos días, y en ese momento la escuchó muy lejana.

«Nunca te creas superior a lo que eres, niña. No sería positivo para ti».

Se preguntó qué habría dicho Thomas al respecto y no pudo imaginarlo. Las lágrimas nublaron la imagen de la estación, que se deslizaba tras las ventanillas cuando el tren se puso en movimiento.

Ian ni siquiera se molestó en enterarse de si Curry había subido a bordo antes de partir. Beth comparó aquella experiencia con la suya al salir de la estación Victoria. El jadeante mayordomo de la señora Barrington era demasiado mayor y, a pesar de que intentaba ayudar, dejaba caer más cosas de las que debía. Katie estaba convencida de que les robarían el equipaje y jamás volverían a verlo. Y la doncella que Beth había contratado, histérica por tener que partir al extranjero, había desaparecido en el último momento.

Por supuesto, Curry no tuvo ninguno de esos problemas. Apareció tranquilamente en la puerta del compartimiento cuando salían de París para decirles que pronto les servirían el té y que ya se había ocupado de los billetes, antes de preguntarles si querían algo más.



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