La hija oscura by Elena Ferrante

La hija oscura by Elena Ferrante

autor:Elena Ferrante [Ferrante, Elena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


17

Aparqué, atravesé el pinar, goteaba lluvia. Alcancé las dunas. El chiringuito estaba desierto, no vi a Gino, tampoco el encargado. Con la lluvia la playa se había vuelto una oscura costra ondulada contra la que golpeaba levemente la plancha blanquecina del mar. Fui hasta las sombrillas de los napolitanos, me detuve ante la de Nina y Elena, donde estaban, en parte amontonados bajo tumbonas y sillas, en parte metidos en una enorme bolsa de plástico, los muchos juguetes de la niña. La casualidad, pensé, o una llamada silenciosa debería empujar a Nina hasta aquí, sola. Sin la niña, sin nadie más. Saludarnos sin sorpresa. Abrir dos tumbonas, mirar el mar juntas, contarle con calma mi experiencia rozándonos de vez en cuando las manos.

Mis hijas se esfuerzan en todo momento por ser mi negativo. Son buenas, competentes, el padre las está dirigiendo por su mismo camino. Con determinación y miedo avanzan por el mundo como un torbellino, y seguro que lo harán mucho mejor que sus padres. Hace dos años, cuando presentí que se marcharían quizá para mucho tiempo, les escribí una larga carta en la que les contaba con detalle cómo había sido que las había abandonado. No quería explicar mis razones —¿cuáles?—, sino los impulsos que más de quince años antes me habían llevado lejos de ellas. Hice dos copias de la carta, una para cada una, y las dejé en sus habitaciones. No sucedió nada, nunca me contestaron, nunca me dijeron: hablemos. Solo una vez, ante una alusión mía con tintes algo amargos, Bianca soltó encaminándose hacia la puerta de casa: bendita tú, que tienes tiempo de escribir cartas.

Qué estupidez pensar que una pueda confesarse ante los hijos antes de que cumplan al menos cincuenta años. Pretender ser vista por ellos como una persona y no como una función. Decir: yo soy vuestra historia, vosotros salisteis de mí, escuchadme, podría serviros. En cambio yo no soy la historia de Nina, Nina podría verme incluso como un futuro. Elegir la compañía de la hija de otros. Buscarla, acercarse a ella.

Permanecí un rato allí plantada excavando con el pie hasta que encontré arena seca. Si hubiera traído la muñeca, pensé sin pena, habría podido sepultarla aquí, bajo la capa de arena húmeda. Habría sido perfecto, alguien la habría hallado al día siguiente. Elena no, me hubiera gustado que la encontrase Nina; me habría acercado, le habría dicho: ¿estás contenta? Pero no llevé la muñeca, no lo hice, ni siquiera lo pensé. Sin embargo le compré a Nani un vestido nuevo, zapatitos, otra acción sin sentido. O al menos yo no sé encontrarle un sentido, como a otras tantas pequeñas cosas de la vida. Llegué a la orilla, quería caminar un buen rato, cansarme.

Paseé largo rato, el bolso al hombro, las sandalias en la mano, los pies en el agua. Solo me crucé con alguna que otra pareja de enamorados. En el curso del primer año de vida de Marta descubrí que ya no amaba a mi marido. Un año duro, la pequeña no dormía nunca ni me dejaba dormir.



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