La comunidad by Helene Flood

La comunidad by Helene Flood

autor:Helene Flood [Helene Flood]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 9788408250029
editor: 2021
publicado: 2021-10-14T09:53:09+00:00


Algo que casi nunca se menciona cuando se habla de esta clase de historias son los aspectos de logística que entrañan. El momento y el lugar. Y de los dos, el lugar es el más problemático, sobre todo tratándose de vecinos. No había lugar seguro donde Jørgen y yo pudiéramos compartir una cama. Una vez lo hicimos en su coche; otra noche entramos a hurtadillas en un despacho del coworking que había alquilado. En un par de ocasiones nos lo montamos cuando tanto Åsmund como Merete habían salido, y entonces yo subí a su piso. Era arriesgado, pues, por mucho que nuestras respectivas parejas no estuvieran, la casa de Kastanjesvingen es un colador de sonidos.

Pero vernos fuera sí que era posible. Habíamos dado con un restaurante italiano en Enerhaugen, un lugar al que ninguna de nuestras parejas iría. Nos sentamos frente a frente a una mesa con mantel de cuadros rojos y nos empezamos a conocer. Me dijo que había crecido en pleno centro de Oslo, en un apartamento grande y repleto de libros. De joven había pasado un par de años viajando por su cuenta por Europa, bebiéndose su dinero en Praga; en Bratislava lo asaltaron para robarle lo que llevaba encima, y en Atenas se enamoró de una mochilera italiana. Cuando al fin se quedó sin dinero, pero sin dinero de verdad, hasta el punto de no tener con qué pagarse el desayuno, le pidió unas monedas a su enamorada italiana y llamó a sus padres para pedir más. Como anticipo de la herencia, dijo, lleno de esperanza. Su madre le contestó que ni hablar, que tenía que volver a casa. Lo único que estaba dispuesta a pagar era el billete de tren de regreso a Oslo, e incluso eso se lo tendría que reembolsar. Así se hallaba Jørgen, en una cabina telefónica en Atenas —la cuna de la civilización, añadió con una sonrisa—, cuando descubrió que aquello era el fin de la infancia. Aceptó el préstamo. Regresó a Noruega y se matriculó en la facultad de Periodismo.

—¿Te has arrepentido alguna vez de aquello? —pregunté.

Él soltó una risa y declaró:

—La verdad es que me arrepiento de muy pocas cosas.

Yo le hablé de mi infancia en la pedanía a orillas del bosque. Mi hermana menor era entonces toda una estrella, le dije. Cantaba en la tele y habían publicado unos discos. Y su carrera, cada vez más aventurera, exigía cada vez más de la familia: de mis padres sobre todo, pero de mí también. Mi tarea consistía en estar bien, en pedirles lo menos posible. Sonreír cuando los amigos compraban sus CD y me pedían que se los hiciera firmar. Decir «genial» cuando profes, entrenadores y vecinos me preguntaban, todos ellos con aquella sonrisa de idiotas, que cómo era ser «la hermana de Caroline». Podría pensarse que aquello me resultaba molesto, le dije a Jørgen, pero no lo recuerdo así. Para mí era más bien una cosa risible, una tontería. Lo que sí hice fue apuntarme a secundaria en



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