La ciudad infinita by Sergio C. Fanjul

La ciudad infinita by Sergio C. Fanjul

autor:Sergio C. Fanjul [Fanjul, Sergio C.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Otros, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-30T16:00:00+00:00


8

La Hortaleza alpina

* * *

La calle Hortaleza, que parte de Gran Vía y discurre, más o menos, entre los barrios de Chueca y Malasaña, se llama así porque en otros tiempos era el camino que llevaba al pueblo de Hortaleza. Lo mismo ocurre con su vecina calle Fuencarral, que llevaba al pueblo de Fuencarral, la calle Alcalá, que llevaba a Alcalá de Henares, o la calle Toledo, que apuntaba hacia Toledo. La cosa estaba muy bien: la propia ciudad te decía adónde ibas, sin trampa ni cartón.

Esto me recuerda a los situacionistas franceses, que, después de los dadaístas y los surrealistas, continuaron dedicándose a la exploración a pie de la ciudad y teorizando, a veces muy abstrusamente, en torno a ella. El carismático, taxativo y borrachuzo líder de los situacionistas, Guy Debord, escribió aquello de La sociedad del espectáculo, un libro donde profetizaba, en 1967 y con asombroso tino, lo que es la sociedad en la que vivimos ahora: una sociedad en la que todo se convierte en un espectáculo, que es puramente Espectáculo, del que vivimos separados, como meros espectadores, como si no viviéramos una verdadera vida, sino un simulacro. La vida se convierte, en palabras de Debord, en una «declinación de ser en tener, y de tener en simplemente parecer». Tal cual.

Los situacionistas estaban interesados en la vida cotidiana y la cultura como campo revolucionario, en la «realización del arte», y resulta que inventaron la deriva psicogeográfica, ese andar errático pero sistemático por la ciudad, que revelaba la existencia de algunos puntos de atracción y otros de repulsión, un extraño mapa de ascos y afectos que se ocultaba debajo del plano de la urbe. Practicaban las derivas también de taberna en taberna, catando espirituosos, por las calles de París, qué hermoso. Debord concebía la ciudad como un archipiélago, como un conjunto de islas flotando en un océano, y esa misma sensación es la que tengo yo al explorar los diferentes distritos de la ciudad, tan diferentes y ajenos unos a otros.

La psicogeografía era esa ciencia (es un decir) de la apreciación de las diferentes impresiones subjetivas que la ciudad iba causando en el paseante. En la teoría, la deriva se realizaba en grupos de personas que caminaban la urbe y luego se reunían para compartir sus impresiones psicogeográficas, aunque hoy se llame «deriva» a cualquier cosa, porque el término ha cogido prestigio. Por eso yo, antes que derivar, paseo.

Así que lo de Hortaleza es raro, porque hay una calle que te indica por donde llegar a ella —es un decir—, pero cuesta mucho llegar, como si en ese distrito hubiera uno de esos puntos de repulsión urbana sobre los que teorizaban Guy Debord y los suyos. No es fácil llegar a Hortaleza. Ahora Hortaleza, desde 1949, ya no es un pueblo independiente sino un distrito integrado en la capital, como tantas otras localidades periféricas que han sido deglutidas por la urbe hambrienta. Madrid como un agujero negro, Madrid que crece hasta incluir a toda España, al planeta entero. El Pequín del futuro: un barrio de Madrid.



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