La banda del bótox by Pilar Sánchez Vicente

La banda del bótox by Pilar Sánchez Vicente

autor:Pilar Sánchez Vicente [Sánchez Vicente, Pilar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-02-15T00:00:00+00:00


Viernes por la mañana

El día acaba de empezar y el equipo se halla reunido. Sara se fricciona las sienes. Es un gesto que repite cada vez más a menudo. Las dos noches anteriores han hecho mella en su organismo. No dormir bien la deja cansada y la pone de mal humor. No tiene nada que envidiar al resto, que tampoco han descansado bien. La extraordinaria situación está haciendo mella en ellos.

—Recapitulemos. Llevamos tres muertos. Por orden de aparición, uno ahorcado, otro abrasado dentro su vehículo y el tercero aplastado. Hecho papilla, diríamos mejor. En principio, sin ningún nexo común más que ser varones de mediana edad, vivir en Gijón y que todos ellos fueron inmovilizados inyectándoles bótox vía intravenosa. Y esa toxina no es algo que se pueda adquirir en una farmacia ni en el supermercado.

—Hicieron efecto con mayor o menor retardo, pero fueron dosis letales, no se consiguen esos efectos inmediatos si no es con una buena carga. Y Fortu dijo que esos pinchazos certeros solo pudieron ser realizados por alguien profesional. Quien lo hizo, sabía qué dosis utilizar y cómo hacerlo. ¿Deberíamos preguntar en las clínicas?

—El bótox te lo aplican en cualquier peluquería o salón de estética, no solo en clínicas especializadas. Y está tirado conseguir esa sustancia a través de Internet, lo he consultado. Nociones de practicante también las puede tener cualquiera. Para saber dónde clavar la aguja solo hace falta determinación, para eso Youtube es la enciclopedia del mal —dice Graciela siempre atenta a las redes.

—No obstante, habrá que investigar por esa parte… Seguimos: un traficante, un poeta y un mecánico. ¿Amistades comunes?

—Ninguna.

—Sus parejas son, respectivamente, limpiadora, bibliotecaria y conductora de ambulancia. Tampoco parecen tener nexo entre sí. Y las tres tienen una coartada sólida, cuando los asesinaron estaban en horario laboral y hay testigos que pueden probarlo. Nada por ahí, tampoco. Respecto a las huellas…

Graciela gira el ordenador exultante y les muestra orgullosa el producto de su estudio ergonómico.

—No lo vais a creer, hay una pisada debajo del árbol del ahorcado que coincide con aquella del 44 de la cantera que nos llamó la atención. ¡Y es como la que rescataron limpia de la caseta!

Cesáreo y Sara se lanzan sobre la pantalla.

—Tendríamos para bingo si aparece la misma en el taller.

—Si calza el 44 debe ser un tipo alto y fuerte, medirá más de 1,70 y pesará entre 70 y 80 kilos.

Sara empieza a pasar las huellas de una a otra pantalla con el ceño fruncido.

—¿Qué número calzas, Cesáreo?

—El 45, jefa.

—No importa, ven conmigo. Hay algo que me está rucando y quiero descartarlo.

Lo lleva al jardín de la entrada. Como el día anterior llovió, la tierra todavía está mojada en las zonas umbrías. Busca un rincón donde no crece la hierba y le hace pisar varias veces en el barro, sacando fotografías de cada una. Luego le manda quitarse los zapatos y se los pone ella. Sin mediar palabra, empieza a pisar justo al lado de donde lo ha hecho él. Por su sonrisa Cesáreo nota que, sea lo que sea, ha dado con ello.



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