Sed by AA. VV

Sed by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-14T16:00:00+00:00


20) Jacqui

Doy con el baño, cierro la puerta y me meto la mano en el bolsillo para sacar uno de los dos frascos naranja de antibióticos. No recuerdo con cuál empecé, pero ¿qué más da? Examino las dos pequeñas cápsulas de color verde. Me asombra pensar que estas diminutas vainas que me ruedan por la mano supongan la diferencia entre la vida y la muerte. Seguro que valen cien veces su peso en oro ahora mismo. Por otro lado, no se puede poner precio a la vida humana, así que para dentro.

A continuación toca la venda. Encuentro el botiquín justo donde Laurel, Herb, Eneldo o como se llame me dijo que estaría. Tengo la venda vieja pegada al brazo; la herida se está curando con la gasa dentro. Bueno, al menos se está curando. La limpio bien, dolorosamente bien, con algodón y alcohol, procurando no tocar nada que pueda infectarme, y después vendo la herida. Como nueva.

Doy una vuelta por la planta de arriba para echar un vistazo. Menuda casa. De esas en las que no me importaría colarme en distintas circunstancias, aunque la decoración es demasiado remilgada para mi gusto. La novia de Laurel debe de ser fan de los tapetes y los lacitos. ¿Cómo se llamaba? «Debería llamarse Rosemary», pienso, y se me escapa una risilla.

Regreso hacia las escaleras y, al pasar junto a las puertas dobles del dormitorio principal, veo que una de ellas está entreabierta. A través de la rendija distingo la silueta de una mujer inmóvil sobre una cama blanca. Un olor acre sale de la habitación. Oscuro y decrépito. Lo que espantaría a cualquiera, a mí me acerca, la escena me atrae con una gravedad difícil de resistir. La llamada del vacío. Abro más la puerta y doy un único paso hacia el interior. Es como dejarse llevar por el viento al borde de un precipicio.

Sobre la cama flota una de esas mosquiteras decorativas dignas de una reina, pero aquí parece mantener dentro la enfermedad, más que proteger de ella. Daphne, así se llama. Esta emperadora postrada debe de ser Daphne.

El silencio es sobrecogedor. Y entonces entiendo por qué.

La mujer no respira.

Ahora es algo más que el vacío lo que me llama. Es la escena de un accidente de coche. Son los escombros tras el tornado. Tengo que acercarme. No la tocaré. No cruzaré la barrera de esa red, pero tengo que verlo. Tengo que mirarle el pecho para ver si sube y baja. Necesito saberlo. Y ahora el olor es horrible. Bilis y azufre, y todos los hedores fétidos orgánicos que nos pasamos la vida intentando mantener a raya.

Entonces, antes de acercarme lo bastante para mirarla bien, se mueve, se agita levemente bajo las sábanas. El corazón me late tan fuerte que creo que lo oye, porque gira la cabeza muy despacio hacia mí y, cuando me mira, sus ojos están oscuros y vidriosos. Está demasiado débil para hablar o para preguntarse qué hace una desconocida en su casa.

No está muerta, aunque su



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