Individualismo: el verdadero y el falso by Friedrich A. Hayek

Individualismo: el verdadero y el falso by Friedrich A. Hayek

autor:Friedrich A. Hayek [Hayek, Friedrich A.]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Union Editorial
publicado: 2013-03-22T03:00:00+00:00


V.

De la consciencia de los límites del conocimiento individual y del hecho de que ninguna persona y ningún grupo puede conocer todo lo que cualquier otro conoce, el individualismo deriva también su principal conclusión práctica: la necesidad de una rigurosa limitación a todo poder coercitivo o exclusivo. Este tipo de oposición sólo se dirige contra el uso de la coerción para crear organizaciones o asociaciones, y no contra la asociación como tal. Muy lejos de oponerse a la asociación voluntaria, la tesis de los individualistas se basa, por el contrario, en que gran parte de lo que en opinión de muchos sólo puede realizarse mediante una dirección consciente, en realidad puede obtenerse mejor con la colaboración voluntaria y espontánea de los individuos. El individualista coherente debería, por tanto, ser un entusiasta de la colaboración voluntaria, siempre que ésta no degenere en la coacción sobre los otros y no lleve a la toma de poderes exclusivos.

El verdadero individualismo, desde luego, no es anarquía, la cual no es sino otro producto del pseudo-individualismo racionalista, al que se opone. El individualismo no niega la necesidad del poder coercitivo, sino que pretende limitarlo; limitarlo a aquellos campos en los que es indispensable prevenir la coerción por parte de los otros en orden a reducirla al mínimo. Mientras que todos los filósofos individualistas están probablemente de acuerdo sobre esta fórmula general, hay que admitir que éstos no proporcionan informaciones sobre cómo aplicarla en los casos específicos. Ni la malentendida expresión de laissez faire, de la que tanto se abusa, ni la fórmula aún más antigua de la «protección de la vida, de la libertad y de la propiedad», sirven para mucho. En efecto, en la medida en que ambas tienden a sugerir que podemos dejar las cosas como están, tomarlas en consideración puede ser peor que no disponer de respuesta alguna; ciertamente, no nos dicen cuáles son o no son los ámbitos deseables o necesarios de la actividad gubernativa. Decidir si la filosofía individualista puede o no servirnos de guía práctica depende, en último análisis, de que la misma nos posibilite distinguir entre lo que el gobierno debe o no debe hacer.

Creo que algunas reglas de este tipo, aplicables en sentido muy amplio, derivan directamente de los principios fundamentales del individualismo: si todo hombre debe usar su propio conocimiento y sus propias capacidades particulares con el fin de promover lo que él aprecia; y si, al hacerlo, aporta la mayor contribución posible a necesidades de las que no es consciente, es evidentemente necesario, primero, que debe tener un área de responsabilidad claramente definida y, segundo, que la relativa importancia para él de los diferentes resultados que puede obtener corresponda a la relativa importancia que los demás atribuyan a los efectos más remotos y para él desconocidos de su acción.

Ocupémonos primero del problema de la determinación de una esfera de responsabilidad; seguidamente discutiremos el segundo problema. Si al hombre se le debe dejar libre de hacer plenamente uso de su conocimiento y de sus capacidades, la



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