Imago by Octavia E. Butler

Imago by Octavia E. Butler

autor:Octavia E. Butler [Butler, Octavia E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1989-01-01T05:00:00+00:00


8

A la mañana siguiente, la mayoría de los pequeños tumores de Jesusa habían desaparecido, reabsorbidos por su cuerpo. Aún no estaba realmente curada, pero, por primera vez desde su niñez, su piel volvía a ser suave y tersa. Lloró mientras comía el desayuno que preparé con lo que había en mi cesta. Y se examinó una y otra vez.

Los tumores de Tomás eran mayores y le llevaría más tiempo eliminarlos, pero resultaba claro que habían empezado a empequeñecerse.

Nos habíamos despertado todos a la vez, lo cual significaba que se habían despertado cuando yo lo había hecho. No quería correr el riesgo de que Jesusa se pusiese a pensar y volviera a escaparse o, lo que aún era peor, que decidiese intentar matarme de nuevo.

Ellos se despertaron contentos y descansados, en mejor forma física de la que habían tenido desde hacía años. Ambos estaban fascinados por los obvios cambios de Jesusa.

Yo yacía entre ellos, confortablemente exhausto, a un nivel que me era totalmente nuevo: aquella noche, mi cuerpo había estado trabajando duro en dos personas. Y, sin embargo, nunca antes me había sentido tan bien, tan completo.

Tras tocarse la cara, los brazos y las piernas, y hallar únicamente piel lisa, Jesusa se echó a llorar, se inclinó hacia mí y me besó.

—Yo también —me dijo Tomás— siento un deseo muy extraño de hacer eso.

Lo dijo en un tono casi jocoso, pero había auténtica confusión tras sus palabras.

Me senté y le besé, saboreando la curación que había tenido lugar hasta el momento: una curación invisible, acompañada por el empequeñecimiento de sus tumores visibles. Su nervio óptico estaba siendo restaurado…, en contra del consejo genético original de su cuerpo. Enloquecidamente, esa porción de información genética decía que el nervio estaba acabado, y que los genes que controlaban su desarrollo no debían volverse activos de nuevo. Y, sin embargo, aquella enfermedad genética continuaba ocasionando el crecimiento de más y más tejido inútil, peligroso, en aquellos órganos ya terminados, impidiéndoles llevar a cabo su función.

En una sola noche, a Tomás le habían salido zonas de pelo en su rostro. Cuando toqué una de ellas, sonrió.

—Tendré que afeitarme —me dijo—. Si pudiera me dejaría barba, pero, cuando lo intenté una vez, Jesusa me dijo que parecía una alpaca esquilada por un niño de cinco años.

Fruncí el ceño.

—¿Una alpaca?

—Un animal de las montañas. Lo criamos por su lana…, para hacernos ropa.

—Oh —sonreí—. Creo que tu barba te crecerá de un modo más igualado cuando haya acabado contigo.

—¿Crees que alguna vez harás eso? —preguntó—. Acabar con nosotros, me refiero…

Los tentáculos libres de mi cabeza y cuerpo se apretaron contra mi piel con placentera tensión sexual.

—No —le dije con voz suave—. No lo creo.

También a él tenía que explicárselo todo. Jesusa, él y yo descansamos durante todo aquel día, luego nos acostamos juntos para compartir la noche. A la mañana siguiente empezamos una caminata de varios días…, de regreso al campamento de mi familia. No teníamos ninguna prisa. Les enseñé a encontrar y usar sin peligro la comida silvestre que había en el bosque.



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