Hombres de papel by Santi Giménez

Hombres de papel by Santi Giménez

autor:Santi Giménez [Giménez, Santi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-07T16:00:00+00:00


EL PODER DE LA TELE

—¿Hace falta acreditación para entrar a esta suelta de vaquillas en forma de partido de fútbol? —preguntó Collins cuando ya se acercaban en coche al estadio donde debía disputarse el amistoso.

—Pues no se lo pregunté. Es un partido de mierda, con dos equipos de mierda en un estadio de mierda al que nos ha invitado el entrenador de mierda de uno de los dos equipos. No creo que haya bofetadas para entrar, pero teniendo en cuenta mi experiencia en estos casos, lo más probable sea que sí, que nos encontremos en la puerta a un paleto con gorra de esos que se cree el mariscal Pétain y nos pida hasta la radiografía dental para entrar en el campo. Pero bueno, al final siempre se acaba entrando.

En esos momentos, Spock aparcaba el coche cerca de una de las puertas del estadio, un viejo campo que sin duda vivió días mejores, porque desde fuera el Coliseo de Roma parecía un recinto deportivo de última generación.

Una vez aparcado el coche cerca del bochinche que se hacía llamar Gran Estadio Municipal, Azco paró a sus compañeros, que, demasiado decididos para su gusto, se dirigían hacia el estadio.

—¿Se puede saber dónde coño vais?

—Pues al fútbol, a eso venimos, ¿no? —respondieron a la vez.

—¿Y desde cuándo se entra a un templo deportivo sin antes confraternizar con los parroquianos en un bar de los aledaños? Hasta las buenas costumbres se están perdiendo. Luego os quejaréis cuando llegue el día en el que los partidos se jueguen a puerta cerrada, con lonas en las gradas y el sonido ambiente enlatado como en los videojuegos esos que licúan el cerebro de nuestra juventud, que por culpa de estos inventos del diablo vive encerrada entre cuatro paredes que huelen a lefa.

—Mira, como los pisos en los que vivías tú entre divorcio y divorcio.

El bar Los Cuñados Hermanos les pareció el sitio adecuado para hacer la primera parada antes de entrar en el campo. Suficientemente sucio, bastante lleno, con botillería de los tiempos de los radiocasetes en los coches y banderines de equipos de fútbol que apenas se distinguían por la mugre que habían acumulado con los años.

Llegaban con tiempo al acontecimiento, así que nadie opuso demasiada resistencia a la parada de avituallamiento que impuso Azco. Tampoco habría servido de nada.

—¡Jefe, un sol y sombra! ¿Y vosotros qué tomáis?

—Yo una cerveza sin alcohol —dijo Spock.

—¿Tienen zumo de piña? —preguntó Collins.

—Pues eso, un sol y sombra y dos cañas —zanjó Azco, que mientras esperaba a que les sirvieran el pedido dijo a sus compañeros—: Cabrones, si habéis venido a humillarme, mejor haberos quedado en casa.

Cuando Azco pedía un sol y sombra significaba que algo iba a suceder. No necesariamente malo, pero suponía desviarse de la militancia del Black Label y la Voll-Damm. Mientras el camarero con pinta de ser uno de los cuñados hermanos le preparaba la generosa mezcla de brandi y anís, Azco notó las miradas curiosas de sus compañeros y acodado sobre la barra explicó:

—El sol y sombra lo descubrí cuando iba a los toros.



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