El vientre de la ballena by Javier Cercas

El vientre de la ballena by Javier Cercas

autor:Javier Cercas [Cercas, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1997-04-01T05:00:00+00:00


12

Eran más de las once cuando llegué a mi casa. Estaba empapado y descompuesto. No me duché; no me cambié de ropa. Llamé a Marcelo.

—¿Marcelo? —pregunté—. Soy Tomás. Perdona que te moleste a estas horas, pero…

—Perdonado —concedió, ocultando apenas la irritación—. Está visto que esta noche no me vais a dejar trabajar.

Intentando apaciguarlo, aventuré:

—Te he interrumpido.

—No importa. —Ahora la voz sonó sincera—. Mañana tengo que presentar en Madrid la última novela de mi amigo Marsé. ¿La has leído?

—No —dije. Marcelo no me permitió cambiar de tema.

—Pues tú te lo pierdes. Un estudiante me contó no hace mucho que él había dejado de ser marxista para ser marsista. Es una tontería, pero seguro que es verdad: este tipo se ha empeñado en ser el John Ford de Gracia; es una lástima que a veces se conforme con quedarse en Henry Hataway… Coño, ya sé de qué voy a hablar mañana. —El hallazgo pareció impacientarle, porque perentoriamente inquirió—: Bueno, qué quieres.

De golpe no supe por dónde empezar.

—Ha pasado algo terrible, Marcelo —atiné a decir—. Terrible.

—Ya me he enterado —dijo, increíblemente—. Y la verdad: no creo que sea para tanto.

Un hilo de frío me recorrió la espalda. De nuevo pensé que estaba soñando. «No puede ser», pensé. La voz apenas me alcanzó para gemir:

—¿Cómo que no es para tanto? ¿Cómo que ya te has enterado?

—Sí —dijo, con asombrosa naturalidad—. Alicia acaba de llamarme. Me ha dicho que Llorens ya ha enviado el perfil.

—¿Qué perfil?

—¿Qué perfil va a ser? El de las oposiciones. Mira que llegas a ser asno. Pero, en fin, no pasa nada: mañana hablas con Llorens y le dices de mi parte que llame a Marieta y que lo cambie por…

—¡Pero quién se preocupa ahora de las oposiciones! —grité—. ¡Te digo que ha pasado algo terrible!

—Coño, Tomás. Ni que hubieras matado a alguien.

—Algo parecido.

—¿Cómo algo parecido?

—Algo parecido —repetí—. Se trata de Claudia.

—¿Claudia?

«No se acuerda», pensé, dividido entre el rencor y el desaliento. Pensé: «Por mucho que hablemos con los otros, por mucho que estemos con ellos, siempre estamos solos».

—Claudia —repetí, todavía incrédulo—. Ayer me pasé toda la tarde hablándote de ella.

—Ah, Claudia. —Creí que fingía recordar; no fingía—. El fantasma. ¿Qué pasa con ella?

—Está muerta.

—No me jodas, Tomás. Que eso sólo pasa en las novelas rusas.

—No la he matado yo —le corregí, exasperado—. Fue el hijo de puta del marido. O alguien que él envió. Yo qué sé. Lo único que sé es que Claudia está muerta y que me van a acusar a mí de haberla matado. Hay un recado mío en su contestador automático y el portero me vio entrar en su casa, y además están las huellas.

—¿Qué marido? ¿Qué portero? ¿Qué huellas? —inquirió, haciendo una pausa tras cada interrogante y alzando progresivamente la voz—. Hazme un favor, Tomás —prosiguió, en otro tono—. Tranquilízate un poco y cuéntame con calma qué es lo que ha pasado.

Con toda la calma que logré reunir, le conté lo que había pasado. Con algún detalle.

—Hombre, Tomás, no seas atolondrado —dijo Marcelo cuando acabé—. Que no hayas encontrado a la chica no significa que esté muerta.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.