El tiempo recobrado by Marcel Proust

autor:Marcel Proust [Proust, Marcel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1927-04-23T05:00:00+00:00

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En aquel momento, el jefe de comedor vino a decirme que, como había concluido el primer fragmento, podía yo abandonar la biblioteca y entrar en los salones, lo que me hizo volver a recordar dónde me encontraba, pero el razonamiento que acababa de iniciar en modo alguno resultó perturbado por que una reunión mundana, el regreso a la sociedad, me hubieran brindado ese punto de partida hacia una vida nueva que no había yo sabido encontrar en la soledad. No tenía nada de extraordinario, pues una impresión que podía resucitar en mí al hombre eterno no estaba forzosamente más vinculada con la soledad que con la sociedad (como había creído yo en tiempos, como tal vez podía haberlo estado, como tal vez debería haberlo estado, para mí en tiempos, si me hubiera desarrollado armoniosamente, en lugar de esa larga paralización que sólo ahora parecía tocar a su fin). Es que, al encontrar sólo esa impresión de belleza cuando una sensación actual, por insignificante que fuese, una sensación semejante, al renacer espontáneamente en mí, acababa de extender la primera sobre varias épocas a la vez y henchía mi alma, en la que las sensaciones particulares solían dejar tanto vacío, mediante una esencia general, no había razón para que no recibiera sensaciones de esa clase en la alta sociedad como en la naturaleza, ya que se deben al azar, ayudado seguramente por la excitación particular gracias a la cual, los días en que nos encontramos fuera de la marcha corriente de la vida, las cosas, incluso las más sencillas, empiezan de nuevo a brindarnos sensaciones que la costumbre hace economizar a nuestro sistema nervioso. Yo iba a intentar encontrar la razón objetiva de que fuera precisa y únicamente esa clase de sensaciones la que hubiese de conducir a la obra de arte, continuando con los pensamientos que no había cesado de concatenar en la biblioteca, pues tenía la sensación de que el desencadenamiento de la vida intelectual era bastante intenso en mí en aquel momento para poder continuar tanto en el salón, en medio de los invitados, como a solas en la biblioteca; me parecía que, desde ese punto de vista, incluso en medio de aquella concurrencia tan numerosa, podría preservar mi soledad. Es que, por la misma razón por la que grandes acontecimientos no influyen desde fuera en nuestras facultades intelectuales y un escritor mediocre que viva en una época épica seguirá siendo un escritor igualmente mediocre, lo peligroso en la alta sociedad eran las disposiciones mundanas con que se acudiese a ella, pero por sí mismo no era más propicio para infundir mediocridad que una guerra heroica para volver sublime a un mal poeta.

En todo caso, ya fuera teóricamente útil o no que la obra de arte estuviese constituida de ese modo y en espera de que examinara ese detalle como iba a hacerlo, no podía negar que, por lo que a mí respectaba, cuando se me habían ocurrido expresiones de verdad estéticas, había sido siempre de resultas de sensaciones de esa clase.

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