El rey marcado by Leigh Bardugo

El rey marcado by Leigh Bardugo

autor:Leigh Bardugo [Bardugo, Leigh]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


A LO LARGO DE SU VIDA, Nikolai había visto muchas cosas impresionantes: los ponis de niebla de la frontera zemeni, tan veloces que cuando galopaban se tornaban invisibles; una serpiente marina abriéndose paso entre el hielo del norte; el mundo entero desplegándose ante él mientras surcaba los vientos con las alas de un monstruo en su espalda… pero sus ojos no concebían lo que estaba viendo, lo que se abalanzaba hacia él desde el cielo.

Yuri estaba arrodillado, rezando. Zoya tenía los brazos en alto, y Nikolai notaba ya como las arenas se agitaban y azotaban el esquife: Zoya estaba invocando al viento para tratar de defenderlos.

Nada más oír aquel aullido en el cielo, Nikolai había desenfundado sus revólveres, listo para hacer frente a los volcra. Esperaba ver a unos monstruos de sombras o alguna nueva manifestación del poder del Oscuro. Diablos, en parte esperaba ver al mismísimo Oscuro, al Santo sin estrellas resucitado y decidido a atormentarlos con su carisma y sus habituales malas intenciones.

Pero en su lugar vio… abejas, un enorme enjambre de abejas que surcaba aquel cielo de color avena, agrupándose y formando lo que parecía ser la silueta de una mujer. Detrás del enjambre, un monstruo grotesco corría a zancadas por las arenas; un cuerpo gigantesco que no dejaba de formarse y reformarse: dos cabezas y luego tres; un millar de brazos; una espalda jorobada con un espinazo que se retorcía en sinuosas curvas; diez, veinte, treinta piernas largas y delgadas que se movían a un tiempo. Sus formas pasaban de humanas a animales en un instante, cubriéndose de espeso pelaje y dientes chasqueantes. Y allí, sobrevolándolos, una tercera monstruosidad con las alas extendidas, cubierto de resplandecientes escamas…

—Zoya, suelta alguna pulla.

—¿Por qué? —preguntó ella con un hilo de voz.

—Porque estoy seguro de que esto es una alucinación, y en mis sueños siempre eres más maja.

—Eres un idiota, Nikolai.

—No te has esmerado mucho.

—Siento no poder ser más elocuente ahora mismo. Creo que el miedo me tiene paralizada.

Le temblaba la voz… y si la despiadada e inconmovible Zoya estaba tan asustada, entonces todo lo que estaba viendo era real: las abejas, el engendro grotesco y… sí, imposible pero cierto, el dragón; una bestia de tamaño ciclópeo, alas membranosas y escamas que reflejaban un brillo negro, verde, azul y dorado bajo la luz grisácea y mortecina.

—Zoya, no sé qué has hecho para traernos aquí, pero no sería mal momento para deshacerlo.

—Lo haría si pudiera —gruñó ella, y arrojó una muralla de viento hacia el cielo.

Las abejas atravesaron el viento como el agua al rodear una roca en un riachuelo, y su potente zumbido llenó los oídos de Nikolai.

—¡Haz algo! —exclamó Zoya.

—¿Como qué?

—¡Tienes pistolas!

—No voy a disparar a unas abejas.

—Pues dispara a esa cosa.

Nikolai abrió fuego contra el engendro. Las balas impactaron contra su cuerpo cambiante: una cabeza, un brazo, otro brazo, el pecho distendido… Ahora que estaba más cerca, distinguió garras, unas fauces repletas de colmillos y el denso pelaje pardo de lo que parecía ser un oso. Todas sus



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