El Misterio de Edwin Drood by Charles Dickens

El Misterio de Edwin Drood by Charles Dickens

autor:Charles Dickens [Dickens, Charles]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1869-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XIII

A CUAL MEJOR…

EL ESTABLECIMIENTO de la señorita Twinkleton entra en un sereno letargo. Se aproximan las vacaciones de Navidad, y lo que en otro tiempo, no hace mucho, la erudita señorita Twinkleton llamaba simple y prosaicamente «el semestre», de un tiempo a esta parte se nombra en forma más elegante y más conforme al estilo clásico: «curso». El curso, pues, expiraba al día siguiente. Desde hace algunos días un manifiesto relajamiento de la disciplina se ha deslizado en la Casa de las Monjas.

Las educandas improvisan comidas y pequeñas reuniones en los dormitorios. En una oportunidad han hecho circular una lengua ahumada cortada con tijeras y ensartada en un hierro de ondular; han distribuido también porciones de mermelada en improvisados platos fabricados con papel de «bigudines», y han bebido vino de prémula en un vasito que sirve como medida para tomar su poción tónica a la pequeña Ricketts, una jovencita de débil constitución.

La buena voluntad de las mucamas se conquista mediante pequeños obsequios: restos de cintas, zapatos de tacos gastados, pero todavía en buenas condiciones, sin mencionar las golosinas olvidadas intencionalmente en los dormitorios. En estas ocasiones lucen las niñas sus vestidos más vaporosos, y la audaz señorita Ferdinand ha sorprendido al auditorio con un «solo» ejecutado en un peine y una hoja de papel de seda, hasta que dos jovencitas traviesas la hacen callar sofocándola con una almohada.

Estas locuras no son, por cierto, los únicos signos que anuncian una desbandada próxima; se ven valijas y baúles en las habitaciones, y la cantidad de objetos diseminados por todas partes indica la actividad febril de los preparativos de viaje. Las sirvientas son obsequiadas con potes y cajas de crema y polvo a medio vaciar, horquillas y prendas que han quedado sin par.

Bajo inviolable secreto, hay intercambio de confidencias relacionadas con la juventud dorada de Inglaterra, cuyas visitas ellas esperan recibir tan pronto lleguen a sus hogares; una sola de las educandas, llamada Giggles, alardea de que la deja completamente indiferente el homenaje de los jóvenes, opinión que es ruidosamente protestada por sus compañeras.

Es un hábito tradicional entre las estudiantes, y lo consideran como un pacto de honor, pasar la última noche en vela, esperando la visita de los espectros que según la leyenda vagan por el viejo edificio. Este convenio, sin embargo, se rompe invariablemente, pues las jóvenes concilian el sueño muy pronto y se levantan con el alba.

La ceremonia final se realiza a las doce del día de la partida, cuando la señorita Twinkleton, secundada por la señora Tisher, recibe a las educandas en su departamento. Los globos terrestre y celeste están ya cubiertos con tela. Sobre la mesa, adornada para esa ocasión, se ven vasos de vino generoso, pasteles y tartas cortadas en trozos. La señorita Twinkleton dice entonces, dirigiéndose a ellas:

—¡Niñas! El correr de otro año nos hace llegar a esta época de fiestas, en que por primera vez nuevos sentimientos embargan y hacen latir vuestros…

Todos los años la señorita Twinkleton estaba a punto de agregar «pechos», pero



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