El libro de los piratas by Howard Pyle

El libro de los piratas by Howard Pyle

autor:Howard Pyle [Pyle, Howard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1920-12-31T16:00:00+00:00


El reverendo Jones cogió uno de los sacos que tintineó al sacudirlo. Estaba lleno de dinero.

Cortó el lazo y, con manos temblorosas, se lo entregó a Tom que, completamente excitado y atónito por el deleite, vació el saco sobre su abrigo extendido en la arena, y su contenido salió en una catarata de brillantes monedas de plata que tintineaban y relucían en un montón sobre la basta tela.

El reverendo Jones levantó las manos al cielo mientras Tom miraba asombrado las monedas, preguntándose si eran de verdad y si estaba despierto. Todo aquello le parecía un sueño.

Había veintidós sacos dentro del cofre: diez estaban llenos de monedas de plata, ocho de monedas de oro, tres de oro en polvo y otro, más pequeño, de joyas envueltas entre papeles y algodón.

—Hay lo suficiente —gritó el reverendo Jones— para que seamos ricos durante el resto de nuestras vidas.

El cálido sol del verano, aunque ya muy bajo en el horizonte, les azotaba con fuerza en la espalda; pero ninguno parecía darse cuenta. Tampoco tenían sed ni hambre, sino que permanecían sentados y miraban completamente hipnotizados el cofre abierto y el contenido de los sacos, un gran montón de dinero desparramado sobre el viejo abrigo. Transcurrida una hora, el reverendo Jones comenzó a examinar los libros y papeles que estaban dentro del cofre.

De los tres libros que había, dos eran los diarios de navegación de los piratas que habían estado navegando por las aguas de la Bahía de Delaware. El tercer libro estaba escrito en español y se trataba, con toda seguridad, del diario de navegación de alguna presa capturada.

Fue entonces, sentado en la cálida arena y leyendo con voz alta y ronca, cuando nuestro querido reverendo descubrió todas las fechorías que se narraban en los dos primeros libros y que el caudillo de los piratas era el famoso capitán Kidd. Una y otra vez el reverendo paraba la lectura y exclamaba:

—¡Oh, que hombre tan malvado y sangriento! —o también—: ¡Qué gente más cruel! —y luego retomaba la lectura.

Mientras, Tom permanecía sentado escuchándole y de vez en cuando desviaba la vista y acariciaba el dinero que aún seguía amontonado sobre el abrigo.

Uno se siente inclinado a preguntarse por qué el capitán Kidd guardaba tan minucioso registro de todos estos hechos sangrientos. Seguramente los había ido anotando todos porque implicaban a mucha gente importante de la colonia de Nueva York y, si el pirata hubiera sido apresado, al menos una docena de estos hombres eminentes habrían ido a parar a la cárcel junto con él. Si hubiera conservado los diarios en su poder, habrían sido un arma muy poderosa para poder evitar la horca. Y en realidad, cuando finalmente el capitán Kidd fue condenado a la horca, no fue a causa de sus acciones de piratería sino por golpear con un cubo en la cabeza a un marinero rebelde y matarle accidentalmente. Las autoridades no quisieron acusarle de piratería. Pero en realidad fue colgado por ser un pirata, y ahora sabemos que todo fue gracias a



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