El juego del protagonista sin nombre by Antonio Malpica

El juego del protagonista sin nombre by Antonio Malpica

autor:Antonio Malpica [Antonio Malpica]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Young Adult Fiction, Thrillers & Suspense
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2023-08-09T22:00:00+00:00


SÁBADO

De pronto fue sábado y yo recordé que una semana atrás estaba como niño en juguetería, a punto de subirme a un avión. No podía creer que en siete días hubieran cambiado tanto las cosas. Volviendo a mi ejercicio mental de las disyuntivas, pensé que sin ningún problema habría viajado al pasado para advertirme que no debía tomar ese vuelo, que mi vida estaba perfectamente y que no necesitaba de ninguna estancia gratis en ningún hotel con vista al mar para ser feliz. Pero luego… he de admitir que pensé en Olivia Uribe y algo se removió en mi interior. Todavía estaba echado sobre el sofá y esta vez el profe no se había levantado temprano, lo que me hizo pensar que tal vez me podría tomar el día.

Me levanté y fui directo al cuarto del profesor. Después de la película él, ya con varios tragos encima, organizó por WhatsApp una jugada de dominó en una cantina cercana. Eran las once de la noche cuando se despidió de mí. Ni siquiera escuché la puerta cuando volvió, lo cual significaba que perfectamente podía no haber vuelto todavía.

Pero ahí estaba, con la boca abierta y los ojos cerrados en una postura que prefiero no describir.

Pasaban de las ocho de la mañana y a mí me pareció que bien podía pagarme un desayuno en algún otro lado y hacer la vista gorda por un día, un día nomás, pasear por un parque, meterme a una matiné o a alguna iglesia sólo por estar en cualquier otro lado.

Pero mientras me estaba bañando me puse a pensar cuánto tiempo se necesitaría para matar a alguien emparedándolo o desangrándolo. Y qué habría pasado si hubiésemos llegado demasiado tarde a salvar a William. O a Rosi o a Pamela (el asesino nunca nos reveló de quién se trataba).

Cada segundo contaba.

Así que, para variar, volvió la culpa, esa misma que me impide dejar una sola migaja en el plato porque hay niños muriendo de hambre en África, y que es quizás el músculo más desarrollado que tengo en el cuerpo, ya que mi madre se encargaba de ejercitarlo para mí todos los días. En vez de largarme a la calle, me puse a preparar el desayuno. Agradecí que el profe se levantara bastante tarde y yo pudiera, por una vez, comer solo, poner mi música y no tener que disputarme el cariño de Tábatha con nadie. Y recuerdo que pensé, justamente mientras tomaba mi té con toda la parsimonia del mundo, que no conocía el tercer caso de Auguste Dupin y que bien me valdría conocerlo, pues, de ser fieles al patrón, lo que haría esta vez el asesino sería montar la escena del crimen de ese cuento, ya fuera ahí mismo o en algún otro lugar.

El profe apareció por la puerta con la cruda más grande que le había visto en todos esos días. Tenía el cabello en perfecto desorden, la barba llena de pelusas, los ojos pegados por las lagañas, el pants a punto de caérsele de las nalgas.



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