Azules salvajes by Beth Kephart

Azules salvajes by Beth Kephart

autor:Beth Kephart [Kephart, Beth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Intriga, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2018-02-22T00:00:00+00:00


* * *

Y la persona que los había ayudado.

La que metió las herramientas en la comida.

* * *

La sargento Williams se hurgó en el bolsillo, encontró mi teléfono, tocó la pantalla. Se cruzó de brazos y se balanceó sobre los talones, como el sargento Rose, y esperó a que la llamada diera tono.

—¿Mamá? —dije.

Ella se echó a llorar.

—Mamá. Lo siento. Estoy tan… Creía que…

—Ay, bonita —dijo ella—. ¿Qué está pasando ahí?

Pero ella ya lo sabía. Había estado viendo la CNN, como yo había dicho. Había llamado a mi teléfono y había contestado la sargento, y yo había tenido que contarle lo que sabía. Que el tío Davy había estado trabajando en la biblioteca. Que yo me había adentrado en el bosque. Que Matías había desaparecido y que había dejado la muleta, y que yo caminé y busqué y no sabía nada. Hasta que no vi a la poli no supe nada de Pequeña Siberia. Hasta que fuimos a casa del tío Davy y encontramos el Dart, pero no a él, no comprendí la situación tan horrorosa en la que estábamos metidos. El tío Davy debía de haberse enterado de la fuga en la biblioteca o en la radio, dije. El tío Davy había salido a buscarme. El tío Davy era esa clase de…

—Sí —dijo ella—. Sí. Lizzie. Lo es.

Y mi madre comenzó a llorar.

Con distanciamiento o sin él, mi madre quería a mi tío, que era su hermano a pesar de todo. Habían dejado de hablarse por culpa de mi padre. Mi padre tenía la culpa de esto.

La sargento Williams se frotó el lápiz de ojos, miró más allá de donde yo estaba, a la puerta, a la noche. Porque mi tío no estaba hecho para estar en el bosque. Nunca lo había estado. Había elegido vivir en mitad de dos millones y medio de hectáreas porque un famoso como él necesitaba espacio. Porque un hombre como él también necesitaba espacio. Porque una vez perdió algo. Caminaba por los bosques con zapatos resbaladizos. Nunca se adentró mucho. Sabía de árboles, de osos y de pliegues glaciares por los libros que había leído, las historias que yo le había contado, mis conocimientos de biología y las acuarelas de Matías.

—Tiene El arte de Keppy, mamá.

—¿Keppy?

—Acampar y conocer la vida en el bosque; lo que te leí.

Mi madre por un lado. Mi tío por el otro.

Y ahora. ¿Y ahora?

La sargento Williams descruzó los brazos y se rascó la cabeza. Me puso una mano en el hombro. Yo oía llorar a mi madre y me oía llorar a mí, y a veces cuatro horas, un bache y una curva significan que las personas que quieres están demasiado lejos.

—¿Mamá?

—Bonita.

—Vamos a encontrarlo.

—Quiero a tu tío —dijo mi madre.

—Lo sé.

—Llevo mucho sin decírselo.

—Él también te quiere. Me cuenta… historias.

Me acordé de la foto de mi mochila; y de la forma en que las familias comienzan y de que nunca terminan.

—Ahora mismo es un héroe, mamá. Espera y verás. Volverá a casa con Matías.

—Salgo ahora mismo para allá —⁠dijo mamá.



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