El último secreto de la Toscana by Mario López Egea

El último secreto de la Toscana by Mario López Egea

autor:Mario López Egea [López Egea, Mario]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00


8

Aeropuerto de Pisa, 12 de mayo

20:00

Los errores acarrean consecuencias. Didier Leclerc era una de esas personas para quienes no existe el perdón. Cualquier empleado que trabajara para él debía ceñirse a su «credo», o lo que es lo mismo: cometer cero errores. Si te equivocabas estabas fuera de su «órbita», o sea, eras despedido o algo mucho peor… muerto.

—Christophe se ha ido de vacaciones, me temo que no volverá. Regreso para Marsella según lo previsto —dijo el sicario en clave.

—Mañana tendrás ingresado el dinero según lo acordado.

—De acuerdo.

—Te quiero localizable. Puede que te necesite de nuevo.

—Tranquilo, estaré al tanto de tus llamadas.

—Muy bien, perfecto.

Marsella, 20 años antes

Era una noche de verano cálida y húmeda, el calor era tremendamente sofocante. La influencia del mar en la costa marsellesa estaba presente cada verano. Las calles del centro se habían vaciado ante el inicio de un importante partido en el que jugaba el Olimpic de Marsella. Un joven, de apenas veintidós años esperaba su autobús. Said Messaudi provenía de una familia humilde. Hijo de argelinos, vivía en los barrios degradados de la parte norte de la ciudad, un lugar conocido como «quartiers nord». Sus padres llegaron a Marsella durante la gran migración que tuvo lugar en el 62. El joven Said era un ladronzuelo de poca monta que se ganaba la vida como podía a base de pequeños hurtos, nada importante, alguna cartera que otra, un reloj, un radio cassette de algún vehículo. Aquella noche, un grupo de jóvenes, que tendrían más o menos la edad de Said, al verlo decidieron acercarse. Él miraba el reloj que acababa de robar hacía un par de horas. Un reloj por el que escasamente le pagarían cien francos a lo sumo, cuando su valor al menos rondaba los mil.

Aquel grupo de bárbaros solo tenía una idea en su cabeza de chorlito: pegarle una paliza. Said sacó el reloj que había robado para darle un último vistazo antes de volver a guardarlo. Absorto, tenía sus ojos clavados en aquel objeto de apenas cuatro centímetros de diámetro, y cuando se quiso dar cuenta, ya tenía encima al grupo de jóvenes. Nada podía hacer, ya que lo habían acorralado. El grupo estaba formado por simpatizantes de la extrema derecha. Su apariencia física lo había delatado y por eso estaba perdido. Aquellos «animales», con toda seguridad, lo enviarían al hospital, eso teniendo suerte. No era el primer ataque de aquellos grupos que veían peligrar su hegemonía. El discurso típico de la ultraderecha: Os van a quitar el trabajo, ellos tienen más ayudas que los franceses… toda esa basura racista camuflada de un discurso políticamente correcto. Algunos de aquellos grupos incluso habían llegado a asesinar.

Said, aquella noche, tendría la ayuda inesperada de su «ángel de la guarda», un ángel que años más tarde se convertiría en un «ángel de muerte», un ser aparentemente adorable, que no dudada en asesinar a todo aquel que se interpusiera en la consecución de sus intereses más oscuros. Ese ángel era Didier Leclerc. A la edad



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