El buscador de su muerte by Marion Randolph

El buscador de su muerte by Marion Randolph

autor:Marion Randolph
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial
publicado: 1948-09-12T23:00:00+00:00


En la oficina lo esperaba, como todos los lunes por la mañana, una pila de correspondencia, sobre la cual había un memorándum: «El señor Peters lo llamó a las nueve y diez y recomendó que le telefonease». Gaunt lo hizo. Una voz con marcado acento inglés anunció que se estaba comunicando con «la residencia del señor Peters». Después de preguntarle el nombre, respondió que vería si el señor Peters estaba en la casa. Y unos instantes después, oía la voz de éste:

—¡Hola!... ¿Gaunt?

—¡Hola!

—Supongo que leyó la noticia.

—¿Se refiere a Ashley? Sí.

—Es extraordinario, ¿verdad? Ha de creerse que esto da término al caso.

—¿Por qué?

—¿No es obvio? Siempre pensé que él mató a Guardet. Temió ser descubierto y se suicidó.

—Es posible —admitió Gaunt—, y creo que la policía coincide en la apreciación.

—¿Qué raro es todo esto, no le parece? Yo digo... ¿por qué no viene a tomar una copa con nosotros, a eso de las diecisiete? Ahora que todo concluyó, será el momento de comentarlo.

—Encantado. ¿Su dirección?

—Gramercy Park, 83. Le espero a las diecisiete.

—Conforme. Hasta luego.

Colgó el receptor, intrigado. No encontró razón atendible para que Peters quisiera discutir el asunto con él. Tuvo la sensación de que se pretendía usarlo como un instrumento, pero no halló la explicación de por qué o para qué.

Inició su labor con la correspondencia; pero, evidentemente, esa mañana no podría trabajar mucho: su secretaria vino a anunciarle que el doctor Knowlton esperaba afuera. Le hizo pasar.

El forense observó la parte de diez pies cuadrados que constituían la superficie donde trabajaba Gaunt y, a su alrededor, las reproducciones que adornaban las paredes y se ubicó en un sillón, con la pipa entre los labios.

—¿Lo encuentro penando por la muerte importuna de Ashley? —preguntó, poniendo tabaco en la pipa.

—De mortuis es un sentimiento que nunca he apreciado. Y menos en este caso, en que se trata de persona que siempre pensé era un degenerado, y, por ello, creo que muerto está mejor que vivo; aunque le advierto que era hombre que, siempre y cuando estuviera fuera de mi vista, no me importaba en absoluto.

Knowlton bajó la cabeza mientras encendía la pipa.

—Tampoco yo puedo decir que lo echaré de menos; más me interesa saber por qué murió.

—¿Tiene alguna idea?

—Varias. La que en este preciso momento está aparentemente probado responde a la verdad, es que el caballero venía estafando a nuestro amigo Guardet desde hace cinco o seis años.

Gaunt silbó:

—Eso explica la decadencia de Guardet, y es un buen motivo para suicidarse: tuvo miedo de que todo se descubriese.

—Sí. Eso es lo que cree la policía de Nueva York.

—¿Usted, no?

—No sé.

—¿Por casualidad no hay alguna nota en la que diga que la vida se le había hecho intolerable? ¿O confesando el asesinato de Guardet?

—Desgraciadamente —dijo Knowlton con sequedad— no la hay. No es cosa usual. Siempre lo he creído tonto yo también. Si la vida resulta tan desesperante que se quiere concluir con ella, no hay porqué molestarse con explicaciones. Y, aparentemente, Ashley no tenía relaciones íntimas a quienes dejarles una palabra de cariño.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.