Despachos de guerra by Michael Herr

Despachos de guerra by Michael Herr

autor:Michael Herr [Herr, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1976-12-31T16:00:00+00:00


—¿Sabéis lo que me contaron en la barraca del capitán? —dijo Mayhew—. Me contaron que iba a venir aquí la Cav.

—Es verdad —dijo alguien—. Viene mañana.

—¿Mañana a qué hora?

—Bueno —dijo Mayhew—. No hagáis mucho caso. Fue un tío de oficinas el que me lo dijo. Estuvo ayer en el TOC y les oyó hablar.

—¿Qué va a hacer aquí la Cav? ¿Convertir esto en un aparcamiento de helicópteros?

A los marines no les gustaba la Cav, la Primera División de Caballería (Aerotransportada), les gustaba aún menos que el resto del ejército, y, al mismo tiempo, los de la Cav empezaban a tener la sensación de que su única misión en Vietnam era sacar de apuros a los marines. Habían tenido que salir a ayudar a los marines en una docena de ocasiones los últimos seis meses, y la última vez, cuando la batalla de Hue, casi habían tenido tantas bajas como los marines. Había también rumores de una operación de socorro en Je Sanj desde febrero, y a aquellas alturas empezaban a tomarse tan en serio como los rumores de ataque centrados en fechas concretas consideradas significativas para los norvietnamitas. (El 13 de marzo, aniversario de los primeros ataques a Dien Bien Fu, era la única de esas fechas en que alguien creía. Nadie quería estar en las proximidades de Je Sanj aquel día y, que yo sepa, el único corresponsal que estuvo allí y lo vivió todo fue John Wheeler, de la Associated Press). Si los rumores hablaban de ataques, todo el mundo prefería ignorarlos. Si hablaban de refuerzos, por muy disparatados que parecieran, los marines se aferraban a ellos en privado, aunque se riesen en público.

—Ni hablar, los de la Cav no vienen a este maldito agujero.

—Bueno, a mí me importa un carajo —decía Mayhew—. Yo sólo digo lo que me dijo ese tío.

—Gracias, Mayhew, pero deja ya de decir chorradas, y a ver si podemos dormir un poco.

Eso fue lo que hicimos. Había veces que dormir en Je Sanj era como dormir después de unas cuantas pipas de opio, era un flotar y un ir a la deriva en que tu mente aún trabajaba, para que pudieras preguntarte si estabas durmiendo hasta mientras dormías, identificando todo ruido que llegara de la superficie, catalogando las características concretas de cada uno de ellos sin despertar siquiera. Los marines dormían con los ojos abiertos, las rodillas encogidas y rígidas, y solían levantarse en pleno sueño como tocados por una vara mágica. Dormir allí no te producía satisfacción alguna, no te proporcionaba verdadero descanso. Era una mercancía, impedía que te desmoronases, lo mismo que aquellas raciones C frías y con una costra de grasa que te impedían morir de hambre. Aquella noche, probablemente dormido, oí fuera rumor de fuego de armas automáticas. No tuve ninguna sensación real de despertar, sólo de ver brillar de pronto tres cigarrillos en la oscuridad, sin el menor recuerdo de que los hubiesen encendido.

—Incursión —dijo Mayhew.

Estaba inclinado sobre mí, vestido del todo otra vez, su cara casi tocando



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