Desde el Monte Santo: Viaje a la sombra de Bizancio by William Dalrymple

Desde el Monte Santo: Viaje a la sombra de Bizancio by William Dalrymple

autor:William Dalrymple [Dalrymple, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Ensayo, Historia, Política, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T00:00:00+00:00


HOTEL CH’BAAT, BSARI,

LÍBANO SEPTENTRIONAL, 4 DE OCTUBRE

Todas las personas con quienes hablé parecían coincidir en ello: si quería comprender a los maronitas tenía que ir a Bsari.

Los primeros ascetas maronitas se habían refugiado en los acantilados que quedan debajo de la ciudad, en las profundas escarpaduras de la garganta Qannubin, cuando se vieron obligados a huir de Siria en el siglo VI por la persecución bizantina. Mil cuatrocientos años después, a finales del siglo XX, la ciudad había dado a su poeta y escritor maronita más famoso: Khalil Gibran, autor de El Profeta. Al menos esto es lo que me dijeron los maronitas con quienes hablé de Bsari y lo que he leído en mi fiel Líbano: Tierra Prometida del Turismo.

Los no maronitas también me dijeron que debía ir a Bsari, aunque por motivos completamente distintos. Creo que ellos consideraban la ciudad una suerte de Corazón de las Tinieblas maronita, indicando que era el hogar del célebre Samir Geagea y el lugar en que reclutó a sus hombres más fieles y sanguinarios. Si Geagea fue quien dirigió en las últimas etapas de la guerra las milicias falangistas que cometieron las matanzas de Sabra y Chatila (amén de matanzas un poco más pequeñas y menos conocidas en otros campamentos palestinos como Karantina, Tel el-Zaatar y Ein Helweh) y quien mató a tiros a dos de sus principales enemigos maronitas mientras dormían, entonces muchos de los hombres que cometieron materialmente esas atrocidades sin duda debían de andar por los cafés y bares de Bsari y podrías encontrarlos en cualquiera de ellos tomándose un té a la menta.

Me contaron otra historia que subrayaba el insólito porcentaje de psicópatas entre la población de Bsari. Se refería a lo ocurrido cuando, en su lecho de muerte, Kahlil Gibran legó a Bsari todos los derechos de autor de El Profeta, que ascendían entonces a la asombrosa cantidad de un millón de dólares al año. El regalo no produjo el efecto beneficioso esperado. Al contrario, los dos clanes maronitas rivales que mandan en Bsari, el Kayruz y el Tawq, se enzarzaron en una lucha declarada por la división del dinero. La ciudad se vio sumida durante muchos meses en una especie de guerra civil, con bombas, asesinatos y fuego cruzado de artillería pesada. Según mis entrevistados, era la batalla por los beneficios de un libro de poesía mística y no los buenos consejos ofrecidos por Gibran lo que representaba la verdadera realidad de esta ciudad y el corazón del mundo maronita.

Un académico maronita amigo mío que es ahora profesor en Oxford, también me advirtió sobre la conducta primitiva de la gente de Bsari. Hace un par de años, él estaba un día sentado en la terraza de un bar de la ciudad, contemplando la puesta de sol y tomándose una cerveza con un colega, cuando de pronto, desde un balcón que quedaba justamente encima de él empezaron a disparar una andanada tras otra de artillería antiaérea. Mi amigo supuso que se había iniciado alguna incursión aérea y corrió a ponerse a cubierto tras un muro contiguo.



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