Crescendo by Becca Fitzpatrick

Crescendo by Becca Fitzpatrick

autor:Becca Fitzpatrick [Fitzpatrick, Becca]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-10-19T04:00:00+00:00


Capítulo

A la tarde siguiente, Vee me recogió a las puertas de Enzo’s. Yo llevaba un vestido de verano amarillo, entre profesional y coqueto, mucho más alegre de lo que me sentía. Paré delante de la cristalera para sacudirme el pelo, que se me había ondulado mientras dormía, pero el gesto fue inútil. Tras haber pasado la noche llorando, no se me podía pedir más.

Después de irme caminando de casa de Marcie, la noche anterior, me había acurrucado en la cama pero sin dormir. Me había pasado toda la noche atormentada por ideas autodestructivas. Cuanto más rato llevaba despierta, más se alejaban mis pensamientos de la realidad. Quería demostrar algo y estaba lo bastante disgustada como para que no me importara ser drástica. Tuve una ocurrencia, se me pasó por la cabeza una cosa que nunca en la vida me había planteado hasta entonces: si me quitaba la vida, los arcángeles lo verían. Quería que sintieran remordimientos. Quería que dudaran de sus leyes arcaicas. Quería que se consideraran responsables de haber acabado con mi vida.

Di vueltas incansablemente a ideas parecidas toda la noche. Mis emociones iban de la negación a la rabia y a una sensación de pérdida que me rompía el corazón. Hubo un momento en que lamenté no haberme escapado con Patch. Cualquier alegría, por breve que fuera, me parecía mejor que la larga tortura de despertarme día tras día sabiendo que nunca podría tenerlo.

Sin embargo, cuando el sol asomó por la mañana, tomé una decisión. Tenía que moverme. O eso o caería en una depresión que me paralizaría. Me obligué a ducharme, me vestí y fui a clase con la firme determinación de que nadie me notara lo que se cocía por dentro. Sentía como si me aguijonearan todo el cuerpo, pero no quería mostrar ningún signo de autocompasión. No dejaría que los arcángeles ganaran. Me levantaría, conseguiría un trabajo, pagaría la multa, acabaría la escuela de verano con buena nota y me mantendría tan ocupada que sólo por la noche, cuando estuviera a solas con mis pensamientos y nada me lo impidiera, pensaría en Patch.

En Enzo’s, dos galerías semicirculares se extendían a derecha e izquierda. Unas amplias escaleras llevaban hacia el piso de abajo, donde estaban el comedor principal y la barra. Las galerías me recordaron pasarelas curvas sobre un foso. Sus mesas estaban llenas, pero abajo sólo había unos cuantos parroquianos que tomaban café y leían el periódico de la mañana.

Inspiré profundamente para darme valor y bajé las escaleras.

—Perdone, pero he oído que buscan a alguien para atender la barra —le dije a la mujer que llevaba el libro de registro. Me pareció que lo decía sin demasiado entusiasmo, pero no tenía fuerzas para remediarlo. La mujer, una pelirroja de mediana edad con una placa que decía «Roberta», me miró—. Me gustaría rellenar una solicitud. —Intenté sonreír, pero temí no haber sido convincente.

Roberta se secó las manos pecosas con un trapo y salió de detrás de la barra.

—¿En la barra? Ya no.

La miré, conteniendo el aliento, desinflándome.



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