Creedme by T. Christian Miller & Ken Armstrong

Creedme by T. Christian Miller & Ken Armstrong

autor:T. Christian Miller & Ken Armstrong [Miller, T. Christian & Armstrong, Ken]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Comunicación
editor: ePubLibre
publicado: 2018-04-28T16:00:00+00:00


El 5 de enero, violó a Amber.

Guardó otras bragas en el fondo de su amplificador.

El ciclo había vuelto a empezar.

10. BUENOS VECINOS

25 de enero de 2011

Westminster, Colorado

Hendershot y Ellis llevaban mucho tiempo trabajando juntas y compartían una vieja broma: si alguna estaba en una reunión especialmente aburrida —y en la policía no escaseaban—, podría pedirle un favor a la otra. «Mándame un mensaje diciéndome que salga de la reunión, y añade 911 para que parezca urgente». Era un plan de escape mutuo, aunque nunca lo habían puesto en práctica.

Así que, cuando Hendershot recibió el mensaje de Ellis —911 incluido—, pensó que se trataba de un mensaje de rescate. Hendershot había pasado la mañana en una reunión formativa obligatoria en el ayuntamiento de Westminster. Al principio le pareció gracioso, pero pronto descubrió que no era una treta.

Ellis tenía una noticia importante: le dijo a Hendershot que acababa de recibir las fotografías del guante y las huellas del escenario del intento de violación en Lakewood. La agente de la Científica que había descubierto las huellas, Sheri Shimamoto, era amiga suya. Las dos habían coincidido en una formación de dos semanas en la academia del FBI en Quantico, Virginia, y Shimamoto formaba parte de la «red azul», a la que pertenecían todos los policías científicos del área de Denver.

Tenía todo el sentido que Shimamoto hubiese descubierto las huellas, pues estaba obsesionada con los zapatos. En su casa había cincuenta pares —incluidos cinco pares de Adidas Superstar, las zapatillas de tres bandas tan ansiadas por coleccionistas de todo el mundo— y, antes de empezar en la policía, su trabajo favorito había sido de vendedora en un Lady Foot Locker. Shimamoto era graduada en Matemáticas, pero su zapatofilia la llevó a especializarse en identificación de calzado cuando entró en la Científica.

Las huellas de zapatos, huelga decirlo, no eran tan valiosas como las huellas dactilares; no eran exclusivas de una persona. No obstante, con una pizca de suerte, podían decir algo sobre el malo, ayudar a identificarlo. Una huella podía apuntar a una marca concreta, Nike o Merrell, por ejemplo; y algunas señales —una muesca en el talón, un patrón de desgaste en la suela, un pie cavo— podían dejar huellas que un técnico de la Científica sabría vincular a un par de zapatos concretos. Para determinar el origen de una huella en un escenario del crimen, Shimamoto se pasaba horas en Zappos.com, la supertienda de internet con preciosas y detalladísimas fotos de suelas, empeines y laterales de miles de zapatos. O se acercaba al centro comercial de la zona para visitar las tiendas. Todo formaba parte de la investigación para acercarse al sospechoso.

Al llegar al escenario de Lakewood, Shimamoto había buscado huellas de zapatos espolvoreando por el suelo de la habitación y la cocina un polvo bicromático que revelaba restos de grasa o suciedad dejados por dedos o zapatos. Distinguió con claridad cuatro huellas que parecían de una zapatilla de deporte, y otra huella similar en la tierra húmeda del exterior, justo debajo de la ventana de la habitación.



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