Ciudades de fuego by Joana Marcús

Ciudades de fuego by Joana Marcús

autor:Joana Marcús [Marcús, Joana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Distopía, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-29T00:00:00+00:00


17

LOS VIEJOS RECUERDOS

Al día siguiente, Alice tenía ganas de cualquier cosa menos de entrenar. El mareo seguía molestándole y se sentía agotada, pero no le quedó otra que ir a clase.

Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que había escuchado los gritos de Rhett rebotando por las paredes del gimnasio cuando les ordenó, como cada día, que dieran cinco vueltas corriendo.

Qué suerte tenían Kilian, Trisha y Maya, que habían conseguido librarse. Ella, por mucho que practicaba, no acababa de destacar. Otros androides, como 42, por ejemplo, se tomaban las clases tan en serio que pronto la machacarían en un combate. El único que parecía compartir su desgracia era Jake. Había conseguido librarse de algunas cosas por ser el ayudante de Tina, pero no de las clases.

Mientras empezaban a correr los dos juntos, Alice intentó ignorar el dolor constante que sentía en los músculos. Un sudor frío le recorría el cuerpo entero y, por mucho que lo intentara, era incapaz de enfocar la mirada.

—Cómo me pesa el culo… —escuchó decir a Jake.

Hizo un esfuerzo por sonreír, aunque no necesitaba que interaccionase con él para seguir hablando.

—No he nacido para esto, sino para estar sentado doce horas al día y tumbado las doce restantes.

—Menos hablar y más correr —le espetó Rhett desde el centro del gimnasio.

Jake le puso mala cara —disimuladamente, claro—, pero aumentó el ritmo.

El problema era que Alice no podía acelerar.

Jake pronto la adelantó, y el que iba en cabeza del grupo no tardó en doblarla. Alice notó algunas miradas curiosas, como si no pudieran entender que se arriesgara a enfadar a Rhett, pero es que no podía evitarlo. Cada vez se encontraba peor.

—¡Alice! —escuchó que gritaba su profesor—. ¡Despierta de una vez, ya no estás en la cama!

Ella descontaba los minutos en voz baja. Podía soportarlo, claro que sí. Solo un poco más de tortura y no tendría que volver a correr en todo el día. No podía creerse que no fuera capaz ni de aguantar algo tan sencillo. Un mes atrás, lo hacía sin siquiera pensar.

—Alice, vamos —le susurró 42 al pasar por su lado—. Solo quedan tres vueltas, ¡ya casi hemos terminado!

En cuanto su amiga se alejó, a Alice se le nubló la vista por completo y trastabilló hacia delante. Trató de mantener el equilibrio, pero al final tuvo que apoyar una mano en el suelo para no caerse.

—¡Alice! —Rhett sonaba furioso.

Ella trató de incorporarse, pero sabía que, en cuanto le faltase el apoyo, caería de bruces. Otro pinchazo de dolor le recorrió el abdomen, justo donde se encontraba su número.

Rhett se detuvo a su lado con los brazos cruzados. Alice no le vio la cara, pero se la imaginó.

—Si lo que intentas es librarte de la clase, vas por muy mal camino —le aseguró.

—No es eso, Rhett. Estoy muy cansada…

La cabeza le daba vueltas. Cerró los ojos con fuerza. Gotas de sudor frío le perlaban la frente.

—No puedo otorgarte un trato de favor —le dijo él, que seguía pendiente del resto de los alumnos—.



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