Aventuras empresariales by John Brooks

Aventuras empresariales by John Brooks

autor:John Brooks [Brooks, John]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Deusto
publicado: 2016-11-07T23:00:00+00:00


El acuerdo, que mucha gente vio como el primer signo claro de una mayor implicación de Wall Street en la compensación por el daño público causado por las fechorías e infortunios de cualquiera de sus miembros, provocó reacciones muy variadas. Como era de esperar, los clientes de Haupt se mostraron muy agradecidos. The Times dijo que el acuerdo era la prueba palpable de «un sentido de la responsabilidad que ha inspirado confianza en los inversores» y «puede haber contribuido en gran medida a evitar un posible pánico financiero». En Washington, el presidente Johnson interrumpió brevemente el programa de su primer día oficial en el cargo para telefonear a Funston y felicitarle por su rápida actuación. El presidente de la SEC, William L. Cary, en general no muy dado a lanzar flores al NYSE, dijo en diciembre que el acuerdo había sido «una impresionante demostración de su fuerza y de su preocupación por el interés público». Los demás mercados bursátiles del mundo no comentaron prácticamente nada sobre el asunto, pero a juzgar por el escaso sentimentalismo con el que se suele operar en este sector, es de suponer que buena parte de sus directivos sacudieran estupefactos la cabeza por los extraños acontecimientos de Nueva York. Las entidades asociadas al NYSE, que tuvieron que reembolsar los 9,5 millones de dólares a lo largo de un período de tres años, en general se mostraron satisfechas, aunque algunas de ellas se quejaron de que las entidades de larga tradición y de bien ganada reputación por su capacidad y rectitud no deberían tener que pagar por las pérdidas de las advenedizas, cuyo exceso de ambición y de codicia les lleva a pasarse de la raya y verse sorprendidas en falta. Curiosamente, casi nadie expresó su gratitud hacia los bancos británicos y estadounidenses, que al final recuperaron poco más de la mitad de sus préstamos, aunque posiblemente se debiese a que, salvo en los anuncios de televisión, la gente suele ser extremadamente reacia a darle las gracias a un banco.

Mientras tanto, el propio NYSE se debatía entre aceptar recatadamente las felicitaciones e insistir de manera prudente, aunque también algo torpe, en que lo que había ocurrido no debía considerase un precedente, esto es, que no tenía por qué repetirse en el futuro. De hecho, los directivos no estaban nada convencidos de que tal cosa se hubiese llevado a cabo si el caso Haupt hubiese ocurrido en el pasado, ni siquiera en un pasado muy cercano. Crooks, presidente del NYSE desde principios de los cincuenta, opinaba que las probabilidades de llevar a cabo una acción semejante durante su mandato hubieran sido del 50 por ciento. Y Funston, en su cargo desde 1951, opinaba que durante sus primeros años el asunto hubiese sido cuando menos «cuestionable»: «La noción de responsabilidad pública ha evolucionado», dijo. En particular, le molestaba mucho la extendida idea de que el NYSE había actuado por remordimiento, pues le parecía que tal interpretación psicoanalítica era arbitraria y grosera. Y en cuanto a los veteranos directivos



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