Apuesta un beso, si te atreves by Nieves Hidalgo

Apuesta un beso, si te atreves by Nieves Hidalgo

autor:Nieves Hidalgo [Hidalgo, Nieves]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-11-09T00:00:00+00:00


Capítulo 19

Ambos habían olvidado el juego. Después de la respuesta de Ania no venía a cuento seguir con la estupidez de apostar, sobre todo cuando ella abandonó la mesa de forma abrupta, dominada por la rabia, y se acercó a los ventanales. Pero aquella ira de hacía un momento se tornó de repente en angustia y Justin vio que le temblaban los hombros bajo un llanto silencioso. Fue hacia ella y se quedó a su espalda, deseando abrazarla pero no atreviéndose a hacerlo. Condenado juego el que iniciasen, pensó, porque los dos habían abierto viejas heridas sin querer.

—Ania…

Su voz, tan cerca de ella, le provocó un estremecimiento y el deseo de abrirle su corazón. Estaba harta de callar lo que sentía. Harta de batallar sola contra sus fantasmas. Harta de hacerse la dura ante todos cuando, en las noches, temblaba de rabia añorando a su familia. Escuchar de nuevo su nombre en los labios masculinos acabó por hacerla ceder en su silencio.

—Ania…

—Mis padres murieron lejos de su amada tierra por culpa de ese malnacido —escuchó que decía entre sollozos que acabaron haciéndose desgarradores.

Entonces sí, Seymour le ofreció su pañuelo, la rodeó con sus brazos y la chistó para calmarla. Ella se relajó, se apoyó en el pecho masculino y se limpió las lágrimas y la nariz, estrujando después el lino en su mano.

—¿Quiere contármelo?

Asintió, sin fuerzas ya para oponerse a la agradable sensación de estar rodeada por aquellos brazos fuertes. Con la mirada perdida en la luz tintineante de las farolas de la calle, desierta a aquellas horas, dijo:

—Mi padre fue el barón de Otkim, consejero del emperador Alejandro I hasta su muerte, pasando a serlo después de su sobrino Nicolás. A pesar de odiar el liberalismo, y mi padre era liberal, elogió su trabajo y le admitió a su lado. Sin embargo, había quien deseaba su puesto, quitarlo del medio, nunca supimos quién fue; se valió de Záitsev, que fue la mano ejecutora, quien lo acusó.

—¿Por qué?

—Por dinero. La mayoría de las veces se traiciona por dinero, milord, igual da que sea Inglaterra que otro punto del mundo. El tintineo de las monedas hizo que incluso Judas vendiera al Maestro, ¿verdad?

—No puedo contradecirla.

—La amistad de mi padre con Mijaíl Pávlovich, un joven militar al que quería como un hijo, les facilitó la llave para prenderlo. —A esas alturas ambos habían tomado asiento, uno frente a otro, y Ania hablaba con voz átona, como una sonámbula que se encontrara muy lejos de allí—. Pávlovich tomó parte en la revolución del 26 de diciembre de 1825, se le consideró traidor a Rusia y, por tanto, se acusó a mi padre de colaborar con los revolucionarios para derrocar al emperador. No tuvimos más opción que tomar lo que teníamos de valor y escapar. Mis padres murieron lejos de su amado San Petersburgo.

Su gata, adivinando tal vez su congoja, y cosa extraña en ella, se le acercó para restregarse contra sus piernas.

Justin se daba cuenta de que la presa construida por Ania Markova



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.