¿Esta usted de broma Sr. Feynman? by Richard P. Feynman

¿Esta usted de broma Sr. Feynman? by Richard P. Feynman

autor:Richard P. Feynman
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788420695471
publicado: 2012-04-08T00:00:00+00:00


¡Quiero mi dólar!

Durante mi estancia en Cornell era corriente que fuera de visita a casa de mis padres, en Far Rockaway. En una de estas ocasiones en que circunstancialmente estaba en la casa paterna, suena el teléfono: conferencia desde California. En aquellos tiempos, una conferencia de larga distancia suponía que la cosa era muy importante, sobre todo una llamada desde aquel maravilloso lugar, California, a un millón de kilómetros de distancia.

La voz del otro extremo dice: «¿Es el profesor Feynman, de la Universidad de Cornell?»

«Así es.»

«Soy el Sr. Fulano de Tal, de la Compañía Aeronáutica Tal y Cual.» Se trataba de una de las grandes compañías de construcciones aeronáuticas de California, pero desdichadamente no puedo recordar cuál de ellas. El tipo prosigue: «Estamos proyectando poner en marcha un laboratorio sobre aviones cohete de propulsión nuclear. Tendrá un presupuesto anual de tantos y tantos millones de dólares...» Cifras astronómicas.

Yo dije: «Espere un momento, señor. No acabo de comprender por qué me explica usted todo esto.»

«Permítame hablar, se lo ruego. Déjeme que se lo explique todo. Por favor, le ruego que me escuche.» Y así prosigue otro poco, y me cuenta cuánta gente va a haber en el laboratorio, tantos y tantos de este nivel, y tantos y tantos doctores a este otro...

«Perdone que le interrumpa — le digo —, pero me parece que se ha equivocado de persona.»

«¿Estoy hablando con Richard Feynman, Richard P. Feynman?»

«Sí, pero...»

«Entonces, señor, por favor, permítame exponer lo que he de decirle, y después discutiremos los detalles.»

«¡Perfectamente!» Me siento y, por así decirlo, cierro los ojos para escuchar todos aquellos detalles sobre el gran proyecto, pero sigo sin tener ni idea de por qué me está dando a mí toda esta información.

Finalmente, cuando ha terminado del todo, me dice:

«Le he explicado todo esto porque queremos saber si le gustaría ser el director del laboratorio.»

«¿Pero de veras creen ustedes haber elegido a la persona idónea?» — le digo —. Yo soy profesor de física teórica. Yo no soy ingeniero aeronáutico, ni sé nada de cohetes, ni de nada por el estilo.»

«Estamos seguros de haber elegido a la persona adecuada.»

«¿Y de dónde han sacado mi nombre, si puede saberse? ¿Por qué han decidido llamarme a mí precisamente?»

«Señor, su nombre es el que figura como inventor en la patente sobre aviones cohete de propulsión atómica.»

«¡Oh!», exclamé yo, y entonces caí en la cuenta de por qué constaba mi nombre en la patente, y tendré que contarles toda la historia. A mi interlocutor le dije: «No sabe cuánto lo lamento, pero preferiría continuar de profesor de física en la Universidad de Cornell.»

Lo que ocurrió fue que en Los Álamos, durante la guerra, estaba a cargo de la oficina de patentes para el gobierno una persona muy agradable, un tal capitán Smith. Smith mandó a todo el mundo una circular que decía algo así como: «Nosotros, en la Oficina de Patentes, estamos dispuestos a patentar en nombre del Gobierno de los Estados Unidos, para el cual se encuentran trabajando ahora, todas las ideas que tengan.



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