A las ocho en el Thyssen by Nieves Hidalgo

A las ocho en el Thyssen by Nieves Hidalgo

autor:Nieves Hidalgo [Hidalgo, Nieves]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2017-04-11T04:00:00+00:00


Alex se quedó boquiabierto. Le había leído el pensamiento. Definitivamente, le hubiera gustado tener una abuela así. Recogió la escalera y, cargado con ella, la interrogó arqueando las cejas, dejándola donde ella le indicó, entre la pared y el armario.

—Es una mujer bella aún, doña Elvira —alabó Alex su ego mientras recogía sus cosas—, así que ese verso que me ha recitado no lo escribió don Francisco de Quevedo pensando en alguien como usted.

Con este cumplido le arrancó Alex a la vieja dama una risa juguetona.

—Eres muy galante. Pero sabes tan bien como yo que el tiempo es un enemigo implacable y no perdona a nadie. En cualquier caso, eres un joven que me gusta.

—Gracias.

—Y ahora, déjame que me entrometa un poco en tu vida. ¿Estás saliendo con Lucía? Porque eras el que estaba la otra noche en su piso, ¿no? Tengo mucho aprecio por esa muchacha, supongo que me entiendes.

—Apenas nos conocemos, señora —acertó a contestar, descolocado ante una exposición tan directa.

—Los jóvenes de ahora se conocen rápido de un modo demasiado íntimo. Sí, sí, no me mires con esa cara de pánfilo, que puede que sea vieja pero no estoy en la inopia. He sido joven también, pero en ese entonces, aunque teníamos nuestros deslices, manteníamos más las distancias y guardábamos las apariencias. A mí las apariencias me importan un comino, pero sí me interesa lo que le pase a Lucía. —Se lo soltó de corrido, sin darle opción a objetar. Luego, varió por completo el rumbo de la conversación—. ¿Puedes llevarles la tarta de manzana? Ahora empieza uno de mis programas favoritos de la tele y, además, no quiero incordiar.

—Oh…, por supuesto, faltaría más.

—Yo que tú me bajaría las perneras del vaquero —le aconsejó, elevando la voz desde la cocina—. ¿O es que ahora la moda es llevarlos remangados en las pantorrillas?

Alex, deseando salir pitando, se apresuró a colocarse la ropa.

Cuando se cerró la puerta del piso a sus espaldas, se encontró en el rellano cargando con una botella en cada brazo y sujetando como podía el tupper con la tarta. Apretó con dificultad el timbre de Lucía.

Pero no fue la puerta de ella la que se abrió, sino la del piso B, por la que asomó un oriental.

«¡Otro vecino, no, por Dios!».

—¿Alejandro? Por aquí —indicó, quitándole el tupper.



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