Infiltrado by K. J. Parker

Infiltrado by K. J. Parker

autor:K. J. Parker [Parker, K. J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00


En cualquier caso, aquí tenemos a Equejardo, que cierra el libro, con la yema del dedo irritada tras acompañar con ella la lectura de líneas y líneas de texto. Se siente casi como alguien que ha recibido una información fidedigna sobre un inmenso tesoro enterrado en una fosa común de la peste. Por un lado, ha visto la luz. Los dioses no existen, y la religión es tan solo un constructo de la moralidad humana, que a su vez es una combinación de moda y oportunismo mental, tan válida como una moneda de peltre. Pero, por otro lado, lo único que une a su desdichado pueblo y le proporciona la fuerza para seguir viviendo en esa patria suya, perniciosamente incapaz de ser autosuficiente y rodeada por enemigos, es su fe. No se le pasa por la cabeza la posibilidad de mentir ni fingir. Conoce sus limitaciones: no es un actor demasiado bueno. Sabe que si trata de cumplir con sus obligaciones como jefe del sacerdocio y cabeza de la Iglesia, la gente no tardará en darse cuenta de que se limita a guardar las formas, de que ya no cree. Así que, ¿no sería mejor decírselo a todo el mundo sin rodeos? Dios no existe, estamos solos y siempre lo hemos estado; todos los templos y monasterios quedan clausurados con efecto inmediato, y su considerable erario, confiscado por el Fondo Nacional de Ayuda a los Necesitados…

Sí, piensa, eso le gustaría a la gente. Los anteciranos creen, y su fe es el pilar que soporta el techo de su mundo. Sin embargo, no han dejado de observar que, mientras los años malos ellos salen adelante entre penurias —comiendo ortigas y vendiendo a sus primogénitos para poder permitirse alimentar a sus hijos más pequeños y pagar el impuesto del templo—, los sacerdotes siguen como si nada, ataviados con sus vestiduras púrpuras y comiendo al día tres buenas comidas condimentadas delicadamente. Si echamos toda la culpa al clero y reconducimos su enorme riqueza (parte de su enorme riqueza; que tampoco se nos vaya la mano) para alimentar a los hambrientos y sintecho, la cosa podría funcionar. El nuevo mensaje sería: aunque parezca imposible, hemos sobrevivido, y, durante todo este tiempo, cuando creíamos que era porque Él velaba por nosotros, en realidad nosotros velábamos por nosotros mismos; por consiguiente, debemos de ser un pueblo de lo más especial e, incluso aunque los dioses existieran —que no existen—, no los necesitaríamos. Es difícil imaginar que pueda haber alguien en Antecira a quien esta línea de argumentación no le parezca atractiva.

Cae en la cuenta de que está tratando de racionalizar una decisión que ya ha tomado, no por razones de Estado pragmáticas, sino porque él es quien es, ha visto lo que ha visto, y no puede hacer otra cosa. No puede contar una mentira —al menos no una tan grande—. Puesto que el tesoro está ahí, tiene que desenterrarlo, aunque eso implique contagiarse de la peste, aunque implique propagarla. Sobre el dintel de la sala



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