Eddel by Analí Sangar

Eddel by Analí Sangar

autor:Analí Sangar [Sangar, Analí]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-03-22T00:00:00+00:00


Capítulo 26

Gräuel

Una extraña opresión que jamás había experimentado aplastaba su pecho de forma dolorosa.

Era miedo. Gräuel lo supo pese a nunca haber lidiado con él.

Nació para convertirse en un jinete Fronterizo, creció con la convicción de serle útil a los primigenios si el vaticinio se desataba y, ahora… Ahora iba a ser padre cuando ya había perdido toda esperanza. Padre de un niño que tendría que enviar a una edad muy temprana a los Montes Rojos para ser adiestrado como guerrero y que encontrase a su compañero dreik. Y la sola idea de pensarlo le disgustaba. Y le aterraba de igual manera. Porque ese hijo nonato tenía una madre también guerrera. Una a la que le supondría un martirio convencer de que se desprendiese de su vástago sin una sola garantía de volver a verlo con vida.

Sí, tener que ceñirse a las costumbres de su pueblo le disgustaba sobremanera. Más cuando su futuro hijo no tendría que verse en la obligación de llamar hermanos al resto, puesto que no cabían dudas de que era su semilla la que se había gestado en el vientre de Ratte.

Ratte… Tan joven en comparación con él. Tan dueña de sus actos y de sus pensamientos. Tan sumamente maravillosa en todos los aspectos como para haberse adueñado de su corazón.

Pero también una diestra guerrera que pertenecía al seno de un clan.

¿Estaría dispuesta a renunciar a los suyos ahora que los unía algo mucho más grande que esa desbordada pasión que crepitaba entre ambos cuando se hallaban cerca? ¿Sentiría ella el mismo terror y la misma felicidad que lo asediaban a él desde que el hombre de Eddel le diera la noticia? Y lo que no podía dejar de cuestionarse, ¿su hijo formaría parte del equilibrio que anhelaban sus dioses?

Fuera como fuese, el embarazo de Ratte era el mejor regalo que podían haberle hecho. También el mejor que podía recibir su pueblo, habiendo asumido, años atrás, que su pronta extinción era un merecido castigo por la mezquindad de sus actos en su afán de procrear. Mas aquel inesperado milagro había echado abajo sus férreas convicciones. Los primigenios habían demostrado que no hicieron juicio por la conducta de su pueblo ni mucho menos los habían relegado al olvido; al contrario, ahora le parecía muy probable que los Tres hubiesen tenido a bien enlazar su buena ventura a la llegada de los Descendientes.

No por nada les había sido inculcado, generación tras generación, que ellos debían ser el preparado ejército que protegiese en la guerra venidera a los elegidos…

No por nada uno de sus hermanos, el último que nació en el poblado, había sido designado por el Señor del Exterminio como sölken de una de las Descendientes…

Y no por nada, y estaba seguro de no errar en su creencia, fue obra de la Madre el que esa hermosa mujer de ojos de amanecer se cruzase en su camino para que el ansiado milagro se produjera. Buena prueba de ello fueron las lágrimas que mojaron el oscuro rostro del sanador



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