Viene la noche by Oscar Esquivias

Viene la noche by Oscar Esquivias

autor:Oscar Esquivias
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ediciones del Viento, S.L.


LUNES, 25 DE DICIEMBRE, NAVIDAD

La estación de autobuses está en obras y los viajeros deben esperar a la intemperie, en la calle Madrid, azotados por el viento. Muchos aguardan la llegada de los coches de línea sentados en sus maletas. Jaime acompaña a Sara, que viaja a Madrid para trabajar esa noche.

—Vaya éxito que han tenido las novelas, ¿no? Tu padre no se separa de ellas. He visto que hoy se llevaba al hospital el segundo tomo.

—No sé —responde Jaime—. Le veo raro, las lee sin hacer ningún comentario, y eso no es propio de él.

—Es buena señal, ¿no? Con Stendhal echaba sapos y culebras.

—Sí, pero con Victor Hugo tomaba notas y nos leía en alto los pasajes que más le gustaban, acuérdate que citaba Los miserables como si fuera la Biblia: «Esta vida tiene un mañana» —Jaime ahueca la voz para imitar a su padre—; «Ser santo es una excepción; ser justo es la regla. Errad, desfalleced, pecad; pero sed justos.» Lo extraño es que guarde silencio. Eso me intriga.

—No te preocupes, seguro que nos enteramos de su opinión.

Sara no tolera bien a Benjamín, le parece alguien charlatán, prepotente y provinciano, muy despectivo con todos los que le rodean: a su mujer, Teresa, la tiene completamente anulada y no le presta ni un átomo de su atención, y no propiamente por machismo sino por misoginia; su suegro tampoco disimula su contrariedad con Jaime, al que había previsto un brillante futuro de artista, poeta o no sé sabe qué, que su hijo había arrojado por la borda voluntariamente (nunca admitía, por ejemplo, que le hubieran suspendido año tras año en el ingreso a Bellas Artes). De algún modo, Sara sospecha que ella forma parte —en la concepción de su suegro— del conjunto de lastres que han impedido a Jaime volar. Esto le parece muy injusto —Sara siempre le había apoyado incondicionalmente en sus intentos de hacer carrera como pintor— y durante mucho tiempo había sufrido por los desprecios de Benjamín. Desde la muerte de su hermano, sin embargo, su actitud ha cambiado. De algún modo, ahora sabe lo que es el dolor de verdad y, paradójicamente, se ha hecho más fuerte. Ya no es fácil herirla.

—¿Cómo llevas tu ponencia de Barcelona?

—Bien, la tengo casi terminada.

Se miran a los ojos. La mirada de Jaime es limpia, alegre: siempre da la impresión de estar pensando algo muy divertido. Sara recuerda las palabras de Ruth. Está segura de que no hubo nada entre ellos, pero le sorprende que Jaime le haya ocultado aquella proposición de su vecina, que no le haya dicho ni una palabra sobre el asunto.

Un autobús de la Continental-Auto aparece y aparca junto a la acera de la calle Madrid. El chófer abre los maleteros y azuza a los clientes para que suban.

—¡Arriba, que nos vamos!

Sara y Jaime se besan.

—Avísame si hay alguna novedad con el tío Aurelio. —Lo haré. Buen viaje. Te quiero.

Teresa y Benjamín, tras desayunar, toman un taxi para ir al hospital.

—Al Divino Vallés —le indica Benjamín al conductor.



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