Vampiratas 02 - Una ola de terror by Justin Somper

Vampiratas 02 - Una ola de terror by Justin Somper

autor:Justin Somper
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasía
ISBN: 9788484417361
editor: Montena Fantasy
publicado: 2006-02-14T15:20:36+00:00


Capítulo 22

Nudos

Jacoby, Jasmine y un par de alumnos más se unieron a ellos en la terraza para desayunar a toda prisa. Ya apretaba mucho el sol, y Grace agradeció haber tenido el acierto de coger las gafas de sol antes de que Connor la sacara de su habitación a toda velocidad.

Jacoby charló cordialmente con ella y Grace le respondió haciendo todos los sonidos correctos, aunque, naturalmente, su mente seguía estando muy lejos de la Academia. Aquello no pareció importar a Jacoby en lo más mínimo. Era la persona de trato más fácil que ella conocía. Grace estuvo jugueteando con un buñuelo y un vaso de zumo de naranja mientras sus compañeros se atiborraban de tortitas, huevos, beicon, embutido y fruta.

—Será mejor que nos pongamos en movimiento —anunció Jacoby cuando la campana de la escuela empezó a sonar.

Grace no pudo evitar pensar en la Campanada del Alba a bordo del barco vampirata, la campanada que avisaba a los vampiros de que era hora de entrar. La campanada que Lorcan había ignorado para salvarla. Se sintió culpable de llevar gafas de sol, pensando en lo bien protegida que estaba comparada con su amigo. Su amigo, a quien ella tanto dolor había causado.

—¿Cuál has dicho que era vuestra primera escala, Connor?

La animada voz de Jacoby interrumpió sus sombrías cavilaciones. Estar tan apagada en tan luminosa compañía le hizo sentirse sola.

—La clase de Nudos de la capitana Quivers —dijo Connor.

Jacoby se echó a reír.

—Veo que os están haciendo empezar por el principio. Vale. Os llevaré hasta allí. Venga, Grace. ¿Cómo está tu ballestrinque, por cierto?

Grace lo miró con expresión interrogante a través de sus gafas oscuras.

Él se echó a reír.

—Hummm. No estoy seguro de que hayas tomado suficiente café para esto.

Unos minutos después, Jacoby los condujo por uno de los tentáculos del Pulpo hasta una luminosa clase llena de pupitres bajos y niños excitados, dando los gritos agudos que los niños dan en una soleada mañana. Grace comprendió que probablemente debería quitarse las gafas de sol dentro del aula. Al hacerlo, le horadaron los ojos los brillantes colores que vibraban en todas sus superficies, desde las pinturas y collages colgados en las paredes hasta los modelos de criaturas marinas orgullosamente expuestos en los estantes. Alzando la vista, comprobó que los alumnos habían hecho incluso su propio móvil de espadas, a imitación de las urnas de cristal de la Rotonda. Cada uno había pintado su propia espada imaginaria y escrito orgullosamente su nombre junto a ella. «Capitana Samara Pescudo del Meltemi», leyó sonriendo.

Delante de la clase, la capitana Quivers estaba repartiendo cestitas llenas de cuerdas de colores a niños de, calculó Grace, seis y siete años. De pie junto a la profesora, un alumno se dedicaba a ir entregando cuidadosamente a sus compañeros algo parecido a un delgado rodillo de cocina. Estos regresaban corriendo a su pupitre con una vara y una cesta de cuerda cada uno.

Justo entonces, la capitana Quivers miró al fondo de la clase y les sonrió.

—Buenos días, Grace y Connor. ¿Cómo



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