Un hombre de mucha talla by Raf Segrram

Un hombre de mucha talla by Raf Segrram

autor:Raf Segrram
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 1965-09-30T23:00:00+00:00


CAPÍTULO IV

Sally Querbuk, criada de Jonathan Granger, tras convencerse de que nadie la observaba, tabaleó sobre los cristales de la ventana que, sobre una desierta calle, tenía la oficina de James Dun. Éste volvió la cabeza y frunció el ceño al notar las apremiantes señas que para que saliese le hacían.

Obedeció de mal talante y a los pocos segundos se hallaba junto a ella.

—¿Qué diablos sucede?

—Estás en peligro; en gravísimo peligro.

—Habla pronto.

—El notario Free ha presentado una denuncia contra ti en la que explica la verdad de lo ocurrido en lo de la muerte de Denny Parker y no sé cuántas cosas más, todas malas, de las que sólo pude coger frases sueltas, exponiéndome a que me descubriesen.

—¿Estás segura de lo que dices?

—Desgraciadamente lo estoy. Y digo desgraciadamente porque temo que te voy a perder. El señor Granger se ha puesto hecho un basilisco asegurando que tramitará tu destitución y encarcelamiento.

Dun se escalofrió.

—Dime todo lo que has oído.

Sally obedeció. Se referían a manejos sucios de diversa índole realizados por el prevaricador sheriff.

—¡Es horrible! —terminó diciendo—. ¡Oh, si te pasara algo malo!…

Gimoteó. Era una mujer fea, sin juventud ya. Nunca había escuchado más palabras cariñosas que las que James le dijera, en broma primero, e interesado después. Dándose cuenta de la ansiedad con que la infeliz había acogido sus burlones galanteos, pensó en lo conveniente que le resultaría una aliada en el domicilio del cacique y cultivó aquella pasión sin más objeto que el de beneficiarse.

—¡Cállate! —le ordenó con rudeza—. No es hora de lloriqueos.

—¿Qué vas a hacer?

—Eso es cuenta mía.

—¡James!

La airada exclamación hizo a Dun comprender lo improcedente de su actitud. No le convenía ponerse a mal con quien acaso todavía le fuese útil.

—Perdóname, Sally. Hazte cargo del estado de nervios en que me ha puesto la noticia.

Agradecida cual perro a quien el amo permite lamerle la mano, susurró ella:

—Te comprendo; pero compréndeme también tú.

—Eres una buena muchacha. Procuraré verte siempre que me sea posible.

—¿Vas, entonces, a quitarte de en medio?

—Es lo más sensato. Granger no me quiere bien y si han puesto a su alcance la manera de hundirme no se andará por las ramas. Adiós. No puedo perder minuto.

La besó de prisa y volvió a la oficina para recoger armas, dinero y cuantos objetos pudiera llevarse sin despertar sospechas.

Sally, en tanto, se alejó lentamente, llorando, perdida la única ilusión que, en toda su vida, habíase convertido en realidad aunque sólo a medias.

El juez, el alcalde y Jonathan se habían reunido y decidieron la inmediata detención del mal representante de la ley; pero al ir a ponerlo en práctica encontráronse con la sorpresa de que éste había desaparecido sin que nadie conociese su paradero.

Por sugerencia del cacique se hizo circular la nueva de que James Dun podía ser considerado como un delincuente a todos los efectos, so pena de que en un plazo no superior a cuarenta y ocho horas se presentase a responder de los cargos que se le acumulaban.

Corrió la noticia como el viento. El ex sheriff



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