Un fuego en la carne by Jennifer L. Armentrout

Un fuego en la carne by Jennifer L. Armentrout

autor:Jennifer L. Armentrout [Armentrout, Jennifer L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-02-21T00:00:00+00:00


* * *

El aturdimiento se fue retirando poco a poco, hasta dejar solo una ira ardiente mientras contemplaba a una bestia de voluminosos músculos más o menos del tamaño de un caballo pero con forma de perro y piel del color del aceite a medianoche.

Un dakkai descansaba al lado de las escaleras que subían al estrado. Masticaba algo que tenía un parecido sospechoso con un hueso de la pierna de alguien. Mi labio se enroscó. Todavía había carne sobre él.

Casi me había dado un infarto cuando la cosa había llegado y había cruzado el estrado al trote. Kolis se había limitado a reírse y lo había llamado como uno llamaría a su perro preferido. Había rascado incluso a la bestia debajo de la barbilla, evitando tocar el carnoso hueso de pierna que sobresalía por ambos lados de su boca. El dakkai se había limitado a olisquear el aire a mi alrededor y luego había ido donde estaba tumbado ahora mientras Kolis por fin celebraba la audiencia de su corte.

No era como las audiencias que celebraba Ash en las Tierras Umbrías o lo que había visto en Lasania. Tampoco consistía en dioses que hablaban sin fin de lo que les pedían o les dejaban como ofrenda en alguno de sus templos.

Sí, los dioses que consideraban a Dalos su hogar venían ante el falso rey con peticiones. Algunos pedían permiso para viajar entre cortes. Otros querían entrar en el mundo mortal. Kolis aprobaba lo que pedían con un asentimiento indiferente y parecía, en su mayor parte, aburrido con todo el tinglado.

Solté una bocanada de aire entrecortada y escudriñé a la multitud al pie del estrado. Encontré a Attes detrás de la masa, el ceño fruncido y la mandíbula apretada mientras se apoyaba en una columna.

La vergüenza me puso la carne de gallina. No quería ni saber lo que opinaba sobre lo que había hecho. Ni si Kyn le había contado el segundo acuerdo al que había llegado con Kolis. Sin embargo, mientras lo miraba, pensé en nuestra conversación acerca del alma de Sotoria. ¿Habría encontrado Kolis algo? Tenía que haber algo. Después de todo, estaba La Estrella… el diamante tomado de las Colinas Eternas y que los Arae pretendían utilizar en el caso de que alguna vez tuviesen que conservar las brasas de un Primigenio, si no podían Ascender a ningún Primigenio de la Vida para sustituir a uno caído. Era obvio que uno de los Hados había previsto lo que estaba por venir, pero no había visto que lo que habían creado le daría a Kolis el objeto que necesitaba para transferir las brasas.

Por todos los dioses, eso todavía me cabreaba, pero si La Estrella era lo bastante poderosa para contener las brasas, ¿no podría hacer lo mismo con un alma mortal?

Kolis tenía el diamante. En alguna parte.

Pero ¿no me había ofrecido joyas? Y lo que era más importante, ¿sería tan idiota como para darme un elemento tan poderoso? Era probable que no, pero merecía la pena intentarlo.

Los movimientos de Kolis llamaron mi atención.



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